Ubicadas en la bella costa sur de Bretaña, escondidas de las olas que golpean el golfo de Morbihan, al cobijo de la ría de Etel, en la localidad de Belz, encontramos dos islas cargadas de historias y buenas vistas: Nichtarguer y Saint-Cado. No convienen quedarse solo con la belleza del entorno y sus bonitas vistas, cada isla esconde su historia, ajena a los turistas que las visitamos, y que vamos de paso.
El islote rocoso de Nichtarguer llama especialmente la atención por su solitaria casa. ¿Quien en su sano juicio iría a vivir a una isla tan pequeña y en medio de la ría? El nombre por la que se la conoce, nos puede dar una pista: es conocida como la isla de las ostras. Atando cabos (y buscando información), es sencillo dar con origen: fue habitada por el guarda del criadero de ostras y su familia. Hoy en día se encuentra deshabitada, pero seguro que más de uno/a pasaríamos unos días de vacaciones en ella.
A escasos cien metros, se encuentra la isla de Saint-Cado. Mucho más grande que Nichtarguer , es necesario cruzar un antiguo puente de piedra. Cuenta la leyenda, que el puente que une la isla de Saint-Cado con tierra firme es obra del diablo. Un día se apareció Satanás a Saint-cado, ofreciéndole construir un puente para poder llegar a la isla. Como contrapartida, exigió que la primera alma que cruzara el puente fuese para el. Saint-Cado acepto el trato.
El diablo trabajo durante una noche entera y el puente estaba terminado por la mañana. Pero el resultado no fue el esperado por Satanás, ya que el primero en cruzar fue un gato, animado por el mismísimo Saint-Cado.
Hoy en día, los turistas lo cruzamos camino a la pequeña isla, ajenos a la historia que cuentan los lugareños.
Leyendas locales aparte, Saint-Cado bien merece un paseo entre las casas de pescadores. Destaca la capilla románica dedicada a San Cado (no podía ser menos, después de haber conseguido que le construyeran un puente en una noche). No perderse tampoco el calvario cercano y su fuente, que tiene como particularidad que se sumerge con la marea.