Etapa 7. Melide – Santiago. 55 km

Séptimo y ultimo día de Camino de Santiago. Tras la panzada de kilómetros de los días anteriores, tocaba por fin una etapa corta. Solo nos separaban 55 kilómetros hasta Santiago. Seguramente no sean los tramos más duros del camino, pero la acumulación de tantos días, y la cercanía de la meta final, hace que a mi al menos me lo parezca.

A las 8 de la mañana ya estábamos fuera del albergue. Una vez más, llevábamos despiertos desde hacía un buen rato, ya que las personas que hacen el camino andando se levantan muy temprano. Esta vez no nos pillo por sorpresa. Tras desayunar en una bar cercano, arrancamos por la pista, dirección Arzua. Solo nos separaban 12 kilómetros, pero la dureza de terreno, con alguna de las cuestas más duras de todo el camino, hizo que tardáramos casi una hora en llegar. Además, nos detuvimos a socorrer a otros ciclistas que habían pinchando, pero que no tenían llaves para sacar la cámara. Durante estos tramos se disfruta realmente de la travesía. El hecho de pedalear entre bosques, por cómodas pistas, no tiene precio. La única pega que se le puede poner es que al tratarse del ultimo tramo, hay un montón de gente, y hay que andar con cuidado de no atropellar a nadie.

A la salida de Arzua, llamamos a un par de empresas de alquiler de coches, e hicimos una reserva para ese día a las 13:30, a esa hora cerraban la oficina y no volvían a abrirla hasta las 16:30. Si queríamos llegar para cenar a casa, no teníamos más opción que arrear. Eran las 11 cuando colgamos el teléfono, y nos quedaban unos 25 kilómetros. Pensábamos que lo haríamos con facilidad, pero la llegada a Santiago se nos resistía. Tras un terreno de constante sube y baja, nos plantamos a los pies del Monte do Gozo. Nos quedaban unas buenas tarascadas todavía. Cuando nos disponíamos a hincarle el diente a una de ellas, escuchamos unos gritos a nuestras espaldas: eran los maños de Borja, que venían como motos. Nos llevamos una alegría al verlos, tras tantos días coincidiendo con ellos, eran unos compañeros más en el camino.

En el Monte de Gozo, los maños nos sacaron una foto, creo que la única que sacamos el ultimo día. La foto nos la hicieron a las 13:10: nos quedaban 20 minutos para llegar a la estación del ferrocarril. Teníamos intención de hacer una parada en la plaza del Obradoiro, al menos para hacernos la foto de rigor, pero fue imposible. No dio tiempo. Tampoco nos dio mucha pena, ya que en mi caso ya había estado un par de veces con anterioridad. Lo importante del camino no es la meta, sino el camino en si, el hecho de superarte a ti mismo durante el tiempo que dura. Dicen que el camino es un camino interior, no estoy seguro de eso, pero puedo asegurar que no deja indiferente a nadie, y que el que prueba, repite.

Etapa 6. O Cebreiro – Melide. 113 km

La cumbre de O Cebreiro, a 1400 metros de altura, amanecio con una intensa y humeda niebla. A pesar de que no llovía, las bicis estaban totalmente caladas. Esta vez todo las personas del albergue apuramos hasta casi las ocho en el saco, parece que la subida del día anterior nos afecto a todos.

Tras desayunar en el único bar que había abierto, a las 9 ya estabamos descendiendo. Suerte que traje ropa de invierno. Menudo frío. Encima mojándonos. Peor lo paso Jon, con coulotte corto y sin guantes. Los maños, que salían a la par, no pudieron evitar hacer un chiste de bilbainos.

Congelado de frío junto al monasterio de Samos

Tardamos casi 20 km en deshacernos de la niebla, por lo que bajamos deseando tomar algo para entrar en calor. La parada la hicimos en Sarria, un café caliente y un pincho de tortilla. A las 12 estabamos de nuevo en ruta. Nos quedaba el supuesto descenso a Portomarin, que de descenso tenía poco, sino de rompepiernas. En este tramo el globero a sufrido como un perro, y ya tocaba. La dureza de la etapa del día anterior me estaba pasando factura. A pesar de sufrir, a las 2 estabamos en Portomarin con 72 km en la buchaca. Y aún faltaba lo peor.

Tras reponer algo las fuerzas, en media hora estabamos subiendo de nuevo. Fueron unos 10 km picando para arriba, una paliza a esas alturas. En ese tramo, cada uno hacía ya la guerra por su cuenta. Jon, que estaba mejor, tiró para adelante. Quedamos en Palas de Rei. Una vez superada la subida, me tome un café para entrar en calor, que hacía falta. El resto de la etapa rode bastante bien, superando el bache. Encima, el tramo hasta Melide es de los más bonitos: entre bosques, aldeas y vacas. Incluso tuve que ir detras de un aldeano y su rebaño, esperando a que llegaran al pasto. Aproveche para recuperar de una cuesta y charlar un rato con el pastor.

Cauce del río Loio, cerca de Portomarin

En Palas, y aunque parezca mentira, Jon se encontro con uno de su cuadrilla que estaba haciendo el camino andando. Estuvimos un rato hablando con el, y continuamos, nos quedaban varios kilómetros, algunos duros. Tras varias ascensiones y descensos, aparecimos en el albergue de Melide. Nuestra idea era detenernos en el pueblo anterior, pero no había albergue, a pesar de que lo indicaba mi rutómetro.

Tras meternos una buena cena, lentejas y ternera asada a cantidades industriales, y ¡por ocho euros! Tocaba sobarla. A ver si nos dejan, el albergue esta arriba, asi que para las 6 nos despiertan seguro.

Etapa 5. Astorga – O Cebreiro. 114 km

Etapon. Nos hemos comido los dos puertos más duros de todo el camino en un solo día: Cruz de Ferro y O Cebreiro. 2000 metros de desnivel en 114 km. A costado, pero hemos llegado a las 8 de la tarde.

El despertar en Astorga ha sido infernal. A las 6 de la mañana un grupo de italianos se ha tirado media hora preparando las mochilas para salir. Por supuesto que nos han despertado y exasperado. Por si fuera poco, cuando hemos conseguido volver a dormir, unos jubilados, también italianos, han encendidos las luces para prepararse a las 7. Increible. Encima se han estado hasta cortando las uñas. Teniamos que salir a las 8 del albergue, y llevabamos desde las 6 despiertos. Menudas ojeras.

Nada más salir de Astorga, la ruta pica para arriba sin tregua, aunque con algún descansillo. La subida a Cruz de Ferro comienza en Rabanal del camino, y durante 5 km el terreno pica para arriba. La subida ha ido muy bien, siguiendo un ritmo constate. Incluso me he permitido el lujo de hacer un tramo por la pista, desde Foncebadon. Tras alcanzar la cruz, el terreno depara sus sorpresas, ya que aún quedan las rampas más duras. Por suerte, ya conocía el camino y no me he llevado ninguna sorpresa.

Cruz de Ferro, a 1500 metros de altitud

La bajada ha sido larguisima. Con Ponferrada a la vista, los km de descenso se deboran. En la entrada de la ciudad no hemos detenido en una tienda de bicis. Llevaba la rueda descentrada desde hace un par de días, y por fin he descubierto porque: tenía un radio roto. Por suerte, me han atendido al momento y casi no hemos tenido que esperar. Con la bici ya a punto, tocaba llenar la panza, y lo hemos hecho en un Mercadona de Ponferrada: viva el hacendado.

Tras días de calor y sol, a medida que nos acercamos a Galicia, las nubes son cada vez mas oscuras. Se nota que el tiempo esta de cambio, y es normal, en esta época del año lo raro es que nos no haya llovido nada. Y tuvimos aun mas suerte, ya que por la tarde, y de camino a Villafranca del Bierzo, nos libramos de una chapurrada de las de aúpa. Nada mas llegar al pueblo, nos encontramos al grupo de los cuatro maños bajo cubierto, a la espera de que escampara. Habían dormido en el mismo albergue de Astorga que nosotros, por lo que llevábamos coincidiendo una y otra vez desde el día anterior.

A partir de ese momento, ceso la lluvia y pudimos seguir pedaleando unos kilómetros mas. El objetivo de la jornada era a menos Villafranca, pero como íbamos bien, nos animamos a tirar un poco mas adelante, hasta Vega de Valcárcel, unos 20 kilómetros mas adelante. Durante un buen rato fuimos con nuestros nuevos amigos, los maños, que eran de Borja, del club de BTT del pueblo. Formaban un grupo variopinto, con un veterano, uno un poco mas joven, y otros dos aun mas jóvenes. La verdad es que echamos risas con ellos, eran bastante simpáticos.

No se si fue porque vi que ellos subían, pero me anime a subir O Cebreriro ese mismo día. Eran las 6 de la tarde, teníamos 2 horas y media para subir el puerto. Esta era una guerra individual, una lucha contra las paredes que nos encontramos. La anterior vez, cuando fui con Isusko, pagamos la novatada de subir por la pista,y fue una paliza, sobre todo por la calzada de piedra, un infierno. En esta ocasión, volví a liarla, ya que en vez de seguir por la pista, seguimos la antigua carretera: en mala hora. Los desniveles eran infernales, nunca había subido por tal pared.

Los primeros 3 kilómetros fueron soportables, conseguí llegar hasta el pueblo de La Faba. Pensaba que habria algun descanso o que el desnivel descendería, pero todo lo contrario, la cuesta no aflojaba. Al final, tuve que echar pie a tierra y tirar de la bici, ya que iba mas rápido y mas cómodo que pedaleando. Tampoco quería cebarme y acabar con alguna lesión de rodilla. Le dije a Jon que tirara para adelante, y me estaba esperando en el siguiente pueblo, La Laguna. En total eran 12 kilómetros de subida, y me restaban al menos 4. Como pude, pedaleando o tirando de la bici, conseguí llegar a O Cebreiro sobre las 8, dos horas después de empezar la ascensión.

A la tercera será la vencida, elegí mal las dos veces anteriores, ya que hay un tercer camino para subir: la carretera nueva. Con algún kilometro mas, pero con desniveles asequibles, de hecho, los maños subieron por ahí. Para la próxima vez, ya se por donde tirar. Después de sufrir, al menos ya estábamos en Galicia, con 560 kilómetros acumulados. Lleguemos con el tiempo tan justo, que no nos dio a tiempo ni a sacar una foto en el pueblo. Rápido al albergue, ducharse, y a cenar, que a las 10 cerraban la puerta. Al Menos cenamos como señores, un caldo gallego para entrar en calor y un contundente estofado de jabalí. Y hacia falta, a los 1300 metros que estábamos, hacia un frío para helarse.

Etapa 4. San Nicolas – Astorga. 118 km

Cuarto día de ruta, y a diferencia de otras anteriores, tengo las piernas casi como nuevas. En cambio, tengo dolorida la zona lumbar, lo normal tras tantas horas de bici. En lo que a la mecánica se refiere, la rueda trasera la llevo un poco torcida, pero me permite seguir pedaleando, solo roza un poco con las zapatas de los frenos. Y una vez puestos al día de mi estado y el de la burra, ya va siendo hora de que vaya narrando lo ocurrido hoy.
Esta ha sido la última etapa fácil. Tras pasar por Sahagun a primera hora, nos esperaban unos 60 km para llegar a León. Y los hicimos bastante cómodos. Sin grandes repechos, pero con toboganes constantes, sobre todo cerca ya de León. Por el camino nos detuvimos en el Burgo Ranero, una pequeña localidad en la que Isusko y el globero tuvimos una desagradable experiencia viendo un partido de España en el mundial. Pero bueno, no merece la pena gastar palabras para contarlo. La mañana se paso con rapidez y sin nada destacable que contar.

A las puertas del Burgo Ranero

A eso de las 13:30 ya estabamos callejeando, a duras penas, por el casco antiguo leonés. Y es que estaba imposible de toda la gente que había. Es lo que pasa cuando coincide que es domingo de ramos, hace un día cojonudo y la gente sale a tomar tapas. Benditas tapas. Nos dio tiempo a tomar un par de ellas, y un bocata para afrontar el resto de la jornada. Durante ese rato, confirmamos que el exceso de querer lucir elegante, moderno y estupendo, lleva a las personas a hacer el mayor de los ridículos. Es lo que tienen los domingos por la mañana.
Con las pilas cargadas de nuevo, salimos dirección Astorga, el objetivo marcado para el día. Restaban aún 50 km. Bajo un sol de justicia, una vez más, algo increible para esta época del año, avanzamos casi sin parar hasta Puente de Orbigo. Bonito pueblo, en el que destaca sobremanera su imponente puente (de ahí su nombre claro). La anterior vez que pasé, estaban celebrando un torneo medieval, y es que el sitio da mucho juego. En este pueblo coincidimos con un grupo de cuatro maños, que nos pasaron el segundo día y no les habiamos vuelto a ver. Aprovechamos para cambiar impresiones con ellos en un agradable rato de charleta.

El megapuente en Orbigo, entre León y Astorga

A pesar de que en perfil se nos presentaba un final llano, nos tocó pegarnos con un par de repechos de esos que parecen no tener fin, y más cuando ya llevas 110 km en las piernas. Sarna con gusto no pica.

Ya en Astorga, nos alojamos en el albergue municipal, que a pesar de ser de los grandes, merece la pena.

Etapa 3. Tardajos – San Nicolás del Real Camino. 110 km

Etapa de transición para Jon y el globero. Tras el desayuno de torrijas del amigo Pablo, solo podiamos rodar como leones. Y asi fue. Desde Tardajos hay una constante subida, no excesivamente dura, pero durante al menos 15 km. Los hicimos con facilidad, pero reservando para lo que nos esperaba un poco más adelante: la pared de Castrojeriz. Un km a un desnivel medio del 12%, una tarrascada en toda regla. Te la encuentras nada más salir del pueblo, y te vas acercando con la incertidumbre de si seras capaz de vencer al muro. Un pulso a la gravedad. Excepto por 4 metros, consegui subir el resto, sufriendo, pero hasta arriba.

Tras la subida, continuamos rodando hasta la provincia de Palencia, una vez cruzado el río Pisuerga. La primera localidad palentina es Itero de la Vega, donde aprovechamos para comer un bocadillo de chorizo. Curiosamente, en este pueblo dormimos Isusko y yo en mi primer camino. Con la digestión en marcha, y 42 km ya en el zurrón, tocaba continuar bajo un sol de justicia. Al menos el canal de Castilla nos acompaño durante un buen rato. Daban ganas de bañarse, pero cualquiera se mete en esas aguas. Un par de horas después, arrivavamos a Carrión de los Condes. Unos pocos km más adelante nos esperaba uno de los tramos más odiosos del camino. 12 km en una recta interminable, que pica para arriba, y casi sin sombras. Un tramo duro, sobre todo mentalmente. Pero aún peor para los peregrinos que van andando. A nuestro par llegaron tres señoras francesas, que iban casi sin agua, y sufrieron bastante.

Ya habiamos recorrido 94 km, cuando pensabamos que estaba hecho, tuvimos que lidiar con varios repechos traicioneros, pero nada nuevo. A las 6 estabamos en San Nicolas, aparcando las bicis hasta la siguiente jornada, y con otros 110 km el zurrón. El albergue tenía buena pinta, y decidimos quedarnos. Todo un acierto, ya que estaba muy bien, e incluso hice la colada en lavadora, ropa limpia de nuevo. Se llama albergue Laganares, por si alguna vez pasáis por aquí. Por cierto, si notáis algo raro en los posts, megaparrafos por ejemplo, es porque los estoy escribiendo desde el móvil, que cuesta un rato, pero al menos lo puedo hacer a diario. Mañana, toca León.

Molinos cerca de Castrojeriz

Etapa 2. Haro – Tardajos. 110 km

Si la primera etapa la podemos considerar como toma de contacto, la segunda ha sido de adaptación al terreno. Trás rodar placidamente por carreteras comarcales, tocaba por fin hincarle el diente a la pista riojana. La comodidad se torna en dolor de culo por las piedras, del traqueteo martilleante de las pronunciadas bajadas, y como no, en dolor de riñon por las cuestas interminables. Pero el camino es eso. Una prueba a las fuerzas, y no solo físicas, sino de la cabeza: cuando el dolor aprieta o las piernas flaquean, tener la voluntad para sobreponerse. Dar siempre un poco más de lo crees que tienes. Y por esas pistas, rodando entre viñedos, llegamos hasta Santo Domingo, por fin en el camino francés. En esta localidad estuvimos hablando con un peregrino brasileño, de Río de Janeiro concretamente. Nos dio tiempo a hablar un rato de fútbol, de Romario sobre todo. Saliendo ya de Santo Domingo, y por delante, nos aguardaba una subida tendida pero constante hasta los 1100 metros del puerto de la Grajera. Hasta llegar a ese punto tocaba sortear infinidad de repechos, atravesando asimismo pequeños pueblos. Es increible ver la Rioja tan verde, todo un placer rodar por sus campos.

 

La Rioja también es verde

Tras unas horas de pedal, tocaba repostar la maquina, y que mejor que un plato de espaguetis con tomate y chorizo, energía pura. Belorado fue el lugar elegido. Asi ya estaba en condiciones de atacar el puerto. Con lorenzo apretando de lo lindo, volviamos al camino, y en una hora nos encontrabamos a los pies del puerto, dispuestos a darlo todo. Y tuvimos que hacerlo. Nada más arrancar, a 200 metros, tocaba echar pie a tierra y empujar la burra, imposible subir de pie por ese terreno. Por suerte duró poco y pudimos montar de nuevo. No se que fue mejor, nos aguardaba un repechon de al menos el 8%, si no era más. A sufrir. Poco a poco el terreno se fue suavizando y se hizo una subida más llevadera. Costó, pero por fin coronabamos. Supuestamente era casi todo bajada hasta Burgos. De camino nos detuvimos en el monasterio San Juan de Ortega a tomar una cocacola. Y en poco pasabamos por Atapuerca, pena no tener unas horas para visitarlo. A las 7 de la tarde ya nos encontrabamos en Burgos capital. Y cada vez que el camino cruza una ciudad, el peregrino tiene que armarse de paciencia. Casi una hora nos costo llegar a la catedral. Al menos la salida de la ciudad fue rápida. Nos plantamos en Tardajos a las 20:30, tras 7 horas de pedaleo para hacer 110 km, casi todos por pista. Lo mejos es que no estamos muy cansados, sino no estaría escribiendo estas palabras en el blog. En Tardajos nos encontramos con uno de los hospitaleros más majos que hasta ahora hemos tenido. Pablo, un joven de Madrid que nos trato a las mil maravillas, incluso desayunamos con el, torrijas caseras concretamente.

 

Monasterio de San Juan de Ortega, a las puertas de Burgos

Etapa 1. Laudio – Haro. 85 km

Partimos de Laudio a las 11 de la mañana, cuando el sol empezaba a calentar el ambiente, ya de por si animado por la huelga. Teniamos como objetivo llegar al menos hasta Haro, y casi no lo conseguimos, pero bueno, mejor no me adelanto, todo a su debido tiempo. La primera parte de la etapa ha transcurrido de fábula: tras llegar a Orduña, la subida a la barrerilla ha ido muchisimimo mejor de lo esperado, con fuerza y a un ritmo constate. Pensaba que estaba en peor forma que en agosto, pero todo lo contrario. A eso de las 3 de la tarde, en el km 55, tocaba parar para comer. Nada mejor que un bocadillo cardinale en Pobes. En el único bar abierto del pueblo, aprovechamos para repostar con un jugoso bocadillo de tortilla, segun el dueño, todos sus bocatas eran de cardinale. No se si lo decía en sentido eclesiastico o por Claudia.

El bocadillo cardinale de Pobes

Indiferentemente de esto último, parece ser que el tio no puso todos los huevos en la tortilla, ya que me salio uno en la rueda. Y cuando digo huevo no exagero. Aún no me explico como pudo salir. Tras deshinchar un poco la rueda, al menos pude seguir, pero con la cubierta rozando la bici. Era cuestión de tiempo que cascara, pero habia que continuar, necesitaba una cubierta con urgencia, y el único sitio cercano era Miranda de Ebro. Asi que tuvimos que desviarnos del plan inicial, y seguir dirección Miranda, en paralelo a la autopista, en vez de conectar con el camino del interior en La Puebla. No tardo mucho en chafarse el invento, en Igay, a 10 km de Miranda, la rueda dijo basta y adios. ¡Menudo reventon! El globero de nuevo con problemas técnicos, y esta vez serios. ¿Como podria salir de esta? Gracias a que Jon tenía internet en el móvil, contactamos con una tienda de bicis de Miranda. Estaba abierta.

El asunto era como llegar a la tienda con la cubierta echa trizas y estando a 10 km. Por suerte, en el banco donde nos sentamos había una pegatina con el teléfono del taxista de la zona. Algún día contare la historia de nuestro amigo el taxista, menudo figura. En unos minutos estabamos en la tienda, Jon en bici y el globero en el taxi. Casualidades de la vida, el señor de la tienda había sido ciclista profesional, ¡y había corrido en la Ciclista Llodiana alla por el año 68! Nos tiramos un rato con él de cháchara, contando batallitas. Un placer encontrarse gente así por el mundo. Encima había trabajado en el peaje de Areta, incluso en Guardian. Si alguna vez paráis en Miranda, no dejéis de visitar Ciclos Cauvilla. Con la bici casi como nueva, ya solo nos quedaba arrancar para Haro. En una hora estabamos en la puerta del albergue, y en un rato duchados y dispuestos a cenar y ver el partido del Athletic. Una vez más tuvimos que hacer recena, ya que el filete que nos pedimos era minúsculo. Menos mal que en el bar de al lado había pincho pote, y engañamos un poco al estomago. Victoria de los leones y a sobarla. El primer día había dado para mucho.

Albergue de Haro

De nuevo de camino

Caminante, se hace camino al andar, y en mi caso, al pedalear. Vuelvo a montar en la burra, esta vez en dirección a Santiago. Es la segunda vez que emprendo el camino francés, pero en esta ocasión, a diferencia de la primera, partiendo desde Laudio. También cambio de acompañante, Jon Campos sera mi compañero de fatigas. Si todo marcha como debiera, mañana haremos noche en Haro o Santo Domingo. Siempre y cuando la huelga nos lo permita, ¿acaso haran huelga los hospitaleros? Je, je, espero que no, por si acaso llevare la esterilla. Intentare ir narrando las aventuras o desventuras, si San Wifi lo permite.