Driving Route 66: la ruta gastronómica

Tubby's Dinner (Springfield, Missouri)
Tubby’s Dinner (Springfield, Missouri)
Bob Evans's (Joplin, MIssouri)
Bob Evans’s (Joplin, MIssouri)
Red River Steakhouse (McLean, Texas)
Red River Steakhouse (McLean, Texas)
Big Texan (Amarillo, Texas)
Big Texan (Amarillo, Texas)
Midpoint Cafe (Adrian, Texas)
Midpoint Cafe (Adrian, Texas)
Blue Corn Café (Santa Fe, New Mexico)
Blue Corn Café (Santa Fe, New Mexico)
Mr Maestas (Holbrook, Arizona)
Mr Maestas (Holbrook, Arizona)
Mr Maestas (Holbrook, Arizona)
Mr Maestas (Holbrook, Arizona)
Roadkill Cafe (Seligman, Arizona)
Roadkill Cafe (Seligman, Arizona)
Bubba Gump (Los Angeles, California)
Bubba Gump (Los Angeles, California)
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Nelly’s (Wilmington, Illinois)
Carlinville's Family Restaurant (Carlinville, Illinois)
Carlinville’s Family Restaurant (Carlinville, Illinois)
Missouri Hick BAR-B-Q  (Cuba, Missouri)
Missouri Hick BAR-B-Q (Cuba, Missouri)
Country Cafe (Waynesville, Missouri)
Country Cafe (Waynesville, Missouri)

Driving Route 66 (12): esto es todo amigos

Último día de ruta. Ya podemos oler el agua salada, la costa esta a un paso, pero antes tenemos que cruzar la ciudad de Los Angeles. Ayer por la tarde nos costo mucho llegar sólo hasta Pasadena, pero hoy esperamos avanzar un poco más rápido. Para las 7 de la mañana ya estamos saliendo por la puerta de la habitación y cargando las maletas en el coche. Al ser una hora de entrada al trabajo, hemos encontrado bastante tráfico en la 101 (hemos salido del boluevard para entrar a la autovia). Han sido varios kilómetros de atasco, hasta que hemos llegado a la salida de Sunset Boulevard. A partir de ese punto casi no hemos encontrado tráfico, y hemos podido ir tranquilamente, observando las tiendas, gasolineras o personas. Referencias a la ruta: ninguna. Este Boulevard es bastante famoso, pero tampoco nos ha llamado la atención demasiado.

La ruta 66 se desvía por Santa Mónica Boulevard, pero nosotros hemos variado el recorrido para entrar a Hollywood Boulevard (volveríamos a empalmar con la ruta un poco más adelante). Teníamos que visitar el paseo de la fama. Hemos ido atentos a la acera hasta que hemos empezado a ver las estrellas. En ese momento hemos aparcado y hemos empezado a patearnos la calle. Hemos pagado una hora de parquímetro, y durante ese tiempo hemos caminado calle arriba, con la vista clavada al suelo, leyendo el nombre de cada estrella. Pero hemos aparcado demasiado lejos, por lo que para cuándo nos hemos dado cuenta, estaba a punto de expirar nuestro tiempo. Asi que vuelta al coche y a moverlo. Nos quedaban un montón de estrellas por cazar.

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La segunda vez, hemos aparcado en el parking del centro comercial del Dolby Theatre, para no dar más vueltas. Directos a lo que nos interesaba. En esta zona esta el citado teatro y el teatro chino. Durante toda la calle hay estrellas de famosos, pero en la entrada del teatro chino es donde los actores dejan su huella en forma manos, pies y la firma. Impresiona ver el sello de gente como John Wayne, Jack Lemmon, Al Pacino…. e incluso el de Cantinflas, que esta en esta zona, la reservada para las estrellas vip.

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Pero aún nos quedaba por descubrir otro de los clásicos de Hollywood, sus famosas letras sobre la colina. Desde la parte posterior del teatro se pueden ver, pero estamos muy lejos. Vamos a intentar acercarnos todo lo que podamos. Así que cogemos el coche y salimos a una calle que va en esa dirección, pero no hemos encontrado ninguna carretera que suba por el monte. Y al final tenemos que desistir y darnos media vuelta, nos estamos alejando cada vez más de Hollywood y no vemos forma de acceder. Después hemos leído que no se puede entrar en el barrio sin tener una autorización especial, incluso hay un dispositivo de seguridad de la policía. Así que hubiera sido imposible acercarse más, tendremos que conformarnos con el recuerdo de una foto lejana.

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Tras visitar el paseo de la fama, volvemos a retomar la ruta por Santa Mónica Boulevard. Tenemos que atravesar la ciudad para llegar a ver el mar en las famosas playas de Santa Mónica. Pero antes nos queda otra parada: Beverly Hills. No hace falta poner cartel ninguno para saber que has llegado. De repente, la calle se convierte en una avenida con verdes jardines a sus lados, así como palmeras y árboles. Se empiezan a ver casas en vez de edificios, y los coches pasan a ser de lujo. Con las tiendas pasa lo mismo. Cerca de Rodeo Drive, una de sus calles de tiendas más conocida, están las letras de bienvenida, así que no hemos podido evitar detenernos para hacernos una foto.

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Y tras otro rato de aburrida conducción entre semáforos y cruces, por fin llegamos al final! Ha sido un poco decepcionante. Después de hacer una ruta tan larga, te esperas algo especial al llegar, pero es todo lo contrario, la ruta termina en una calle normal y corriente, sin llegar al paseo ni a la playa. Como dicen en la guía, es un final muy triste, y razón no les falta. Después de todo lo que hemos visto, de todo lo que hemos disfrutado, no es el mejor colofón. Pero es lo que tiene California. Si la ruta terminara en otro estado, Illinois por ejemplo, le darían un final como se merece.

Así qué dejamos las indicaciones de la guía y nos dijimos a la playa, para aparcar justo al lado del muelle. Parece que hemos estado antes en el mismo, después de salir en tantas películas, todo te resulta muy familiar. Caminamos por el muelle bajo un sol de justicia (el clima en Los Angeles es muy veraniego) entre parque de atracciones, restaurantes, músicos ambulantes, una mezcla variopinta.

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En la mitad del muelle hay una señal, más simbólica que otra cosa, que indica que has llegado al final de la ruta 66. La gente se para y se hace fotos, nosotros hacemos lo propio, a diferencia de ellos, si que somos verdaderos ruteros.

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Un poco más adelante esta la última tienda de recuerdos de la ruta, con un mapa de la misma y algún que otro detalle que ya conocíamos: han sido 2448 millas de camino (a los que hay que sumar los del desvío a Las Vegas) en 11 días de ruta. Casi nada.

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Tras el paseo por el muelle, teníamos que bajar a la playa y acercarnos a los puestos de vigilantes. Esperaba que Pamela Anderson bajara corriendo de uno de los puestos, pero no ha habido suerte, de hecho la mayoría estaban cerrados.

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Y como colofón a la ruta, hemos comido en un restaurante que se encuentra en el mismo muelle, el Bubba Gump. Se trata de un local inspirado en Forrest y su colega de pesca de gambas. Como no podía ser de otra forma, el plato estrella son las gambas cocinadas en todas las formas posibles. Nosotros hemos elegido uno de los preferidos de los clientes, unos conos con gambas fritas. Lo más curioso del local es que los camareros te hacen preguntas en plan coña sobre la película: como se llamaba la mujer de Forrest, su barco, su perro (que no tenía…)

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Y esto ha sido todo en cuanto a la ruta 66, espero que aunque en la distancia, hayáis disfrutado tanto como nosotros de esta aventura. Con esta entrada damos por finalizada la historia, aunque nosotros seguimos la ruta hacia San Francisco, aún nos quedan tres días para despedirnos de los EEUU.

Driving Route 66 (11): a las puertas de Los Angeles

En todo viaje hay días de transición, y hoy hay sido uno de esos. Tras el cierre del Tioga Pass, nuestra puerta de entrada a Yosemite, vamos a tener que variar el plan original del viaje: en vez de subir dirección norte por Death Valley y Yosemite para llegar después a San Francisco, vamos a continuar la ruta 66 hasta su finalización, en la playa de Santa Mónica de Los Angeles. Nos da una pena enorme no visitar el valle de la muerte, pero si vamos hacia allí tenemos 4-5 horas de carretera para ir y volver. A eso hay que sumarle el tiempo que dediquemos al parque. Y el mayor problema, de allí a San Francisco no tendríamos nada que visitar. Lo dicho, vamos a completar la ruta desde su inicio hasta su final.

Ayer dejamos algo pendiente: ver el famoso cartel de bienvenida a Las Vegas. Sabíamos que estaba en Las Vegas Boluevard, por lo que hemos seguido la calle hasta encontrarlo. Ha sido fácil. Encima, esta preparado para detenerse, aparcar enfrente y poder hacer fotos tranquilamente. Y una vez aquí, hay que sacarse la foto de rigor, sería un delito no hacerlo. Hemos coincidido justo con un par de chicas y nos hemos hecho las fotos mutuamente. Una de ellas hablaba castellano, y nos ha comentado que venían a la ciudad para celebrar su cumpleaños. Se les notaba que llegaban con ganas de divertirse.

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Y tras la foto, estábamos de nuevo de camino, por la 95 sur. Un buen rato después de salir, hemos tenido que parar a desayunar en un pueblo llamado Searchlight, y sólo había un McDonalds. Así qué hemos tomado lo que hemos podido, siempre intentando evitar hamburguesas, que todavía eran las 9 de la mañana. La zona en la que se encuentra Las Vegas es muy desértica, hay algunas montañas, pero no tienen ni una marcha verde: roca y hierba seca. Además, por la carretera había muy pocas poblaciones, por lo que lo hemos repostado cuando hemos podido. Viendo el panorama, hemos ido una buena parte de la mañana por una zona muy árida. Mientras íbamos por Nevada la carretera era de doble carril, pero al entrar en California, ha pasado a ser de un único carril. Pero lo más curioso ha sido que estaba plagado de toboganes: kilómetros y kilómetros para arriba y para abajo.

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En el momento que hemos cruzado la vía del tren de Santa Fe, han aparecido las señales de la ruta 66, sin llegar a Needles. Así qué ya estábamos de nuevo en ruta. Al abandonar la 95, hemos ido prácticamente solos durante muchos kilómetros. En paralelo a las vías, y cruzando y adelantando los trenes de mercancías. Llevamos varios días en paralelo a las vías, y es inimaginable el tránsito de trenes así como la cantidad de contenedores que transportan. Muchos de los pueblos que nos vamos cruzando, la mayoría medio abandonados, serían seguramente antiguas estaciones, que hoy en día han desaparecido.

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Así qué la mañana ha sido monótona, casi no hemos parado, excepto para disfrutar del paisaje y sacar alguna foto. Lo más curioso ha sido un tramo de un montón de kilómetros en los que los ruteros apilan piedras para escribir sus nombres, o el mensaje que quieren, en la cuneta. No sabemos cuantos podría haber, pero es impresionante toda la gente que se han detenido. Algunos incluso se han llevado las piedras de casa, ya que eran de colores llamativos, y no creo que en el desierto encontraran piedras naranjas (color calabaza) o azules.

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Y la mañana ha dado para poco más. Rectas interminables por el medio del desierto y con poco que ver de la ruta. Pero es que la tónica del día ha sido esa. A diferencia de otros estados, parece que la actitud de California hacia la ruta es de indiferencia. Hemos vuelto a la I40, y no hemos salido de la autovia más que para cambiar a otra autovia. Hay muy pocos tramos de la ruta fuera de las carreteras principales. Pensábamos llegar por la noche a la ciudad angelina, pero a las 3 de la tarde estábamos ya en Foothill Boulevard. Dábamos por hecho que terminábamos la ruta hoy mismo, pero hemos pasado toda la tarde por esa calle, parando cada poco tiempo en semáforos o cruces. Así es imposible avanzar, pero la ruta va por aquí, y la vamos a seguir mientras podamos. Los pueblos son bonitos, se ve que el nivel de vida es alto, pero al final aburre que sea todo tan parecido. En la guía, casi no destacan nada para ver, en algún pueblo han puesto algunos carteles con el 66, pero parecen de pega.

Así qué finalmente no hemos llegado a Los Angeles. Se hacía de noche, y hemos preferido parar en Pasadena, que esta cerca (los pueblos están pegados, aquí esta todo construido sin separación) y mañana ver Los Angeles a la luz del día y sin prisas. Nos hemos metido en un motel que no es de ninguna cadena, y hemos notado mucho la diferencia, era un poco cutre, pero queríamos probar un motel más auténtico, y vaya si lo ha sido.

Driving Route 66 (10): Leaving Las Vegas

Hoy sí, por fin es el día del veterano. Para los estadounidenses es todo un acontecimiento, y para nosotros también, ya que nos hemos ahorrado las entradas a dos parques nacionales. Y todo gracias a la guerra. Ayer dejamos a medias la visita al Gran Cañón, se nos hizo de noche a media visita, por lo que esta mañana hemos cogido la carretera de vuelta al parque, tras dormir en Tusayan.

Hemos sido de los primeros en llegar al centro de visitantes, por lo que hemos podido pasear junto al cañón tranquilamente. En esta parte sur del parque, hay un par de miradores que aprovechan las rocas que sobresalen, y que hacen tener una visión de casi 180 grados del cañón. Ayer sólo vimos una pequeña parte, pero esta zona, al ser mucho más amplia, te ayuda a hacerte una idea de su magnitud. Kilómetros y kilómetros. Para llegar a la parte norte del parque, hay 5 horas de coche, lo que puede servir para apreciar lo que tienes delante. Pero es sólo su largura, sino su altura. Al asomarte, se puede ver el río Colorado, muy pero que muy pequeño. Lo raro es que para tener vértigo me he asomado sin problemas.

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Por mucho que maraville el cañón, llega un punto en el que no te aporta mucho más el estar viéndolo embobado. Hay algunas rutas de trekking con bastante buena pinta, pero no estamos para muchas caminatas. Así qué después de congelarnos (hacia un viento helador), hemos recuperado el calor de nuevo en el coche, cuando ya estábamos conduciendo hacia Williams. Por el camino nos hemos encontrado el camping de Pedro Picapiedra, su muñeco estaba junto a la carretera, pero lo mejor es que sus edificios eran igualitos a los de la serie.

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Nuestra siguiente parada ha sido Williams. No estaba prevista, pero al pasar por el pueblo hemos visto que tenía buena pinta, por lo que hemos dado un paseo por su calle principal. Parece que han retrocedido en el tiempo. Muchas de las casas están igual que en la época del salvaje oeste. De esta localidad sale un tren que va hasta el Gran Cañón, para el que hay reservar los billetes con 6 meses de antelación, casi nada.

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De nuevo en la I40, nos hemos salido un momento en Ash Fork para ver un coche sobre una barbería. El negocio ya esta cerrado, pero todavía puede verse el vehículo colgado. Supuestamente hay un dinosaurio al volante, pero a nosotros no nos lo ha parecido.

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A la hora de comer, hemos salido de la I40 hacia el pueblo de Seligman. Nuestra idea era sólo comer, ya que en la guía recomendaban un restaurante, pero al final nos hemos dado un paseo. Hay infinidad de tiendas, bares o gasolineras. Lo más curioso es que cada negocio que te encuentras, tiene una decoración más friki que el anterior. Es el pueblo con más ambiente rutero de los que hemos visto hasta ahora, y eso que sólo tiene 800 habitantes, pero se lo trabajan.

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Pero el día nos deparaba aún más sorpresas. Siguiendo las indicaciones de la guía, hemos cruzado un paso de montaña camino al pueblo de Oatman, del que Gary Turner (el de Gay Parita) nos había hablado. Es el primer puerto que subimos, las curvas han sido sinuosas, pero daba gusto conducir con el paisaje que nos acompañaba. Parecía que los indios saldrían en cualquier momento para perseguirnos.

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Y tras un buen rato de suave conducción, hemos llegado a Oatman. En su época, pueblo de buscadores de oro (todavía queda una mina abierta cerca), hoy en día su sustento son los turistas. Si Williams parecía un pueblo del viejo oeste, que decir de Oatman. Sólo faltaba ver un duelo en su calle principal (creemos que hay duelos simulados dos veces al día). Pero el pueblo es especial por otro motivo: hay un montón de burros sueltos por la calle. Vas andando tranquilamente y se te acercan para que les des comida. Y si ya sacas una bolsa de plástico, como se piensan que es comida para ellos, casi van corriendo hacia ti. A alguna señora hasta la han empujado con la cabeza reclamando para llenar la panza. En la guía dice que pueden llegar a morder.

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La visita ha sido muy recomendable, pero al volver a conectar con la I40, mirábamos el plano y algo no cuadraba: no coincidía la carretera que teníamos que seguir hacia Las Vegas. Nos hemos colado a lo grande, la visita a Oatman la teníamos marcada como opcional, y al hacerla, nos hemos desviado un montón de la ruta prevista. Hemos tenido que volver a Kingman, donde nos hemos desviado hacia Oatman, y coger la 93 norte. Vaya puñeta. Han sido 60 millas de vuelta. Con paciencia, hemos rodeado las montañas para volver a ese punto. En Kingman, y tras coger la carretera buena, nos quedaban otras 100 millas. Nos hemos tirado un buen rato por la 93. Menos mal que al entrar en el estado de Nevada (era el tercero del día tras Arizona y California), hemos cambiado la hora y teníamos una hora más para disfrutar de Las Vegas.

Aunque parezca mentira, hemos llegado sin problemas al hotel. Esta todo muy bien indicado, y con el mapa en mano, hemos atravesado la ciudad hasta llegar a Flamingo Road. No hemos visto el cartel de bienvenida a la ciudad, nos lo marcamos como pendiente. En cambio, al entrar por Las Vegas Boulevard ya se empieza a ver los hoteles con sus gigantescas construcciones. El primero es el Excalibur, con su descomunal castillo. Nuestro hotel es el Tuscany, y esta en Flamingo Road, así que vemos el París, el Bellagio, el Caesar Palace o el Flamingo sin bajarnos del coche.

Tras dejar las maletas en el hotel, en unos minutos estamos andando para llegar al centro neurálgico, el cruce de Las Vegas Boulevard con Flamingo. Sobre nuestras cabezas circula el monorail que conecta algunos hoteles, al más puro estilo futurista. Y esto sólo es una pequeña parte de lo que os hemos encontrado después. Las Vegas se puede definir como la ciudad del espectáculo (además de otras muchas cosas). Basta pasear por sus calles para ver que de va todo esto. Cuando empiezas a entrar en los casinos, descubres que lo que muestran las películas es tal cual. Jubilados enganchados a las máquinas, grupos de jóvenes con copas en la mano y de juerga, camareras con poca ropa, personas jugando solas al blackjack o la ruleta…. El que viene a esta ciudad tiene dos opciones: la primera sería la nuestra, de visita y para conocerla; la segunda, a desfogarse y quemar la ciudad (de juerga o dejándose los ahorros).

Otra parte llamativa es la infraestructura de los casinos. Derroche es quedarse corto al definirlo. Nada es suficiente con tal de sorprender al visitante. Son como parques temáticos. No sólo se juega, hay infinidad de opciones de ocio: tiendas, bares, restaurantes, conciertos…. Nosotros cenamos en el Planet Hollywood, y la comida estaba espectacular, no es sólo apariencia, se lo curran.

Así qué hemos recorrido los casinos más importantes de esta zona la ciudad: Bellagio, Planet Hollywood, París, Caesar’s Palace o Venettia. Nos hemos bajado a la zona sur, por lo nos quedan pendientes el Excalibur o el Luxor. Pero será otro día, estamos bastante cansados y la cama nos llama. Han sido unas cinco horas de visita, pero han sido suficientes para hacernos una idea de que va todo esto. La próxima vez que volvamos, que sea para jugarnos la jubilación, ya que hoy hemos jugado muy poco: unas cuantas partidas a las tragaperras, pero sin suerte, gana la banca.

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Driving Route 66 (9): la naturaleza de Arizona

Anoche nos fuimos a la cama con una ventisca de nieve, pero esta mañana al despertarnos el cielo estaba complemente despejado. No había ni una nube en el cielo. Eso si, había una helada importante. Tras limpiar el coche, hemos arrancando con precaución, ya que se veía que había bastantes placas de hielo. Menos mal que la interestatal 40 es una de las arterias del país y el tráfico no se detiene, creo que gracias a eso nos la hemos encontrado bastante limpia.

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En unas pocas millas, abandonábamos Nuevo México para entrar en Arizona, también tierra de indios nativos. Los carteles con publicidad de artesanía india se amontonan a los lados se la carretera, y de vez en cuando se ve alguna replica de antigua tienda india. Todo con tal de llamar la atención de los conductores y se salgan de la autovia. Nosotros solo hemos salido para hacer la primera visita del día, al Parque Nacional del Bosque Petrificado. Este parque tiene dos partes diferenciadas, por un lado el Painted Desert, y por otro, Petrified Forest. Hay una carretera que recorre el parque durante 28 millas, en las que es imposible no detenerse una y otra vez para apreciar la belleza de la naturaleza. La nieve ha tapado el colorido natural del parque, no es lo mismo, pero tampoco es que lo haya estropeado, estaba distinto.

Al entrar al parque, e ir a pagar el ticket, hemos descubierto que hoy es gratuito. El motivo no es otro que el día del veterano, que se celebra mañana día 12. Así que eso que nos hemos ahorrado, pero tras dejar un donativo, que menos después de entrar gratis. La primera parte ha sido el desierto pintado, que en vez de rojo, estaba pintado de blanco. Pongo unas cuantas fotos de varios puntos del recorrido.

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Tras estar más de dos horas recorriendo el parque por su parte norte, llegábamos a la sur, donde se encuentra el bosque petrificado. Lo que a primera vista parecen piedras, ahora lo son, fueron en su día troncos que se han convirtieron en piedra. Es increíble. Y lo es más al ver los colores que tienen algunos de esos troncos. Lo más curioso de este fenómeno es que las piedras están cortados como sí alguien hubiera ido con una motosierra.

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Ha sido una visita de la que no esperábamos tanto. Han sido tres horas en el parque, ni por asomo nos imaginábamos estar tanto tiempo, pero era imposible no detenerse una y otra vez con los paisajes que hemos disfrutado. Tras salir del parque, hemos seguido por una carretera comarcal hasta Holbrook, donde hemos parado para comer, cuando no eran ni las 12 del mediodía. Ya nos estamos haciendo a los horarios americanos. En esta zona india, al igual que en Nuevo México, todos los nombres son en castellano y cocinan comida mexicana, al menos de cara a los turistas. No hay rastro de la comida nativa.

En el pueblo de Holbrook hay un motel familiar ambientado en la cultura nativa, se trata de un lugar muy especial, ya que las habitaciones son cabañas indias. Esta pegado a la carretera, por lo que es imposible pasar sin detenerse.

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De nuevo en la carretera, nos hemos detenido para sacar una foto en el Jack Rabbit Trading Post, que tiene un conejo enorme en su exterior. Encima tiene una silla de montar incorporada, por lo que esta es una de las paradas obligatorias para hacerse una foto con la figura.

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La siguiente parada ha sido en Meteor Crater, ya cerca de Flagstaff. Como su nombre bien indica, se trata de un cráter de unas dimensiones impresionantes. Es uno de los más grandes del mundo. Para poder verlo hay que subir a una montaña, donde han construido un museo sobre el tema. Desde fuera, no se aprecia el hueco que hay en el interior, ni sus dimensiones.

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Nos estábamos acercando al momento más esperado del día, estábamos a las puertas del Gran Cañón. Pero antes debíamos pasar por la ciudad de Flagstaff, que nos ha sorprendido por su arquitectura. En la entrada de la ciudad, nos hemos encontrado a otro de los gigantes, supuestamente más antiguo que los de Illinois. Lo habían vestido de militar en homenaje a los veteranos.

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En la salida de Flagstaff hemos visto que nos faltaban 80 millas para llegar a la entrada sur del parque del Gran Cañón, y eran las 15:30 de la tarde. Estábamos muy apurados de tiempo. Nuestra idea era ver el gran cañón esta tarde, y lo hemos conseguido a medias. Al llegar a la entrada del parque y al igual que por la mañana, no hemos tenido que pagar la entrada: ¡viva los veteranos! A las 17, ya estábamos alucinando con el tamaño del cañón. Es muy difícil de imaginarlo si no se ve in situ. Y eso teniendo en cuenta que no lo hemos visto desde el mejor mirador. Daba igual, con la altura y anchura del boquete, no importaba verlo de un sitio u otro. Mañana esperamos terminar de verlo desde el principal mirador de la zona sur del parque. Se nos ha hecho de noche dentro del parque, ya que hay 25 millas de una de las entradas el sur a la otra. No habíamos reservado nada para esta noche, así que hemos tenido que ir hasta el pueblo de Tuyusan en busca de hospedaje. Ha sido muy fácil. Tenía mirados un par de hoteles por sí dormíamos aquí, así que ha sido llegar y besar el santo ya que había sitio. Mañana volveremos a entrar al parque (sigue siendo gratis) a ver lo el resto de vistas del gran cañón. Lo estamos deseando.

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Driving Route 66 (8): entre reservas indias

Hoy nos hemos levantado con una mala noticia: el Tioga Pass esta cerrado por nieve. Se trata de un paso de montaña que esta a 3000 metros y que pensábamos atravesar para llegar al parque nacional de Yosemite. Esto altera y mucho nuestro plan de viaje, ya que no podremos llegar a Yosemite desde Las Vegas y cruzando Death Valley. El Tioga es la única forma de atravesar las montañas, y una vez que cierra el paso, no vuelve a abrirse hasta la primavera. Para llegar al parque tendríamos que rodear las montañas, y no se sí nos dará tiempo, me temo que no.

Pero bueno, no nos adelantemos a los próximos días, ya que tenemos cosas que ver por el camino. Tras salir de Santa Fe, hemos continuado por la autovia hasta salir cerca de Albuquerque. Empiezan a verse reservas indias, alguna de ellas con casino incluido. Desde Algodones, hemos seguido la ruta por la comarcal, por lo que hemos entrado a la ciudad por la ruta de 1937, la que viene de Santa Fe.

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Hemos visto parte de la ciudad, pero no todo lo que queríamos. Esta ruta da un gran rodeo para salir por la avenida Isleta hacia Los Lunas. Durante este tramo hemos visto unas cuantas referencias a nombres vascos, pero el colmo ha sido encontrarnos la Chicharroneria Orozco. Otra cosa destacable que hemos visto por esta ruta, relacionada con la historia de la ciudad, es la importancia del negocio del automóvil. Hemos perdido la cuenta de concesionarios y negocios de compraventa. Según hemos podido leer, fue de vital importancia para Albuquerque.

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Al final, en la salida de la ciudad hemos vuelto a coger la autovia y hemos entrado a Albuquerque por su calle principal. Pero antes, nos hemos llevado una sorpresa, ya que nos hemos encontrado el estadio de los Isótopos, el equipo de béisbol de la ciudad. No hemos podido evitar parar para hacer una foto. Todo buen seguidor de Los Simpsons conoce a este equipo, ya que sale en uno de sus episodios. Enfrente estaba el estadio del equipo de fútbol americano, y al parecer había partido, ya que estaban cobrando por aparcar en la zona ya desde la mañana. Algunos aficionados estaban preparando barbacoas, preparándose para el partido desde horas antes.

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Y que decir de Albuquerque. El centro tiene varias calles con edificios curiosos. Uno de ellos es el teatro Kimo, con claras influencias de estilo indio. Hay algún que otro negocio relacionado con los pueblos nativos: ropa, joyas, souvenirs, todo lo que tenga que ver con su cultura. Tampoco falta el típico negocio que creció junto a la ruta, el Nick’s Café. Creado en el año 1910. Pero no todo son negocios, ya que hay algunos murales muy chulos por el centro.

Lo que más nos ha sorprendido de la ciudad es que no había casi nadie por la calle, y muchas de las personas que había eran mendigos. Nos ha marcado bastante, no nos esperábamos que en una ciudad tan importante tuvieran esa pobreza. Pero debe ser algo normal aquí, porque en uno de los murales incluso han añadido al típico sin techo con su carro lleno de bolsas de basura. Aunque todo no han sido tristezas, en esta ciudad son muy aficionados al ciclismo. Hemos visto un montón de personas con sus bicis de corredor, bien abrigados por el frío que hacia, pero con ánimo de sudar un rato.

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De nuevo en ruta, esta vez si que hemos seguido la carretera dirección Las Lunas. Por el camino, en Peralta, nos hemos encontrado la iglesia de Guadalupe, que ha llamado nuestra atención por su arquitectura, la predominante en la zona. Lo curioso de este estado es que han sabido mantener sus raíces, y eso es lo que Nuevo México sea distinto del resto de estados.

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Al llegar a Las Lunas, hemos continuado la ruta por una impresionante carretera durante al menos 40 kilómetros. El paisaje vuelve a cambiar de nuevo, ya lo hemos notado al salir de Santa Fe. Se ven cada vez más montañas, y esto empieza a parecerse cada vez más a los paisajes de las películas del oeste. Además de las montañas, también se empiezan a ver pequeños cañones, bruscos cortes en la tierra, que hacen que nos maravillemos. Y ha sido todo así hasta el pueblo de Correo, la única localidad que nos hemos encontrado. Se me ha olvidado comentar que estábamos atravesando una reserva india.

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Tras incorporarnos a la autovia 40 en Correo, hemos continuado viendo pueblos y reservas indias una tras otra. Nuestra idea era detenernos en el pueblo Acoma, que mantiene parte de la arquitectura india. Nada más salir de la autovia, te encuentras de frente con un megaedificio en medio de la nada. Se trata del casino, hotel y museo de Skycity. De algo tienen que vivir, por algo les dieron los permisos para abrir los casinos. Son pueblos muy pobres, no hay más que cruzar uno de ellos. Nosotros lo hemos hecho en busca de unas casas típicas indias, que por cierto no hemos encontrado. Lo único que tienen bien señalizado es el casino, del resto, nada. Supongo que tampoco les apetecerá que se metan en su casa. En la guía hemos podido leer que hay que tener cuidado al hacerles fotos, que hay que respetarles en todo momento. Si esta escrito, será porque no les hará mucha gracia. Lo más curioso ha sido que los únicos indios que hemos visto han sido los que atendían en la estadio de servicio.

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Después de comer un bocata y llenar el depósito, hemos reemprendido el viaje con un tiempo estupendo. Un poco de viento, pero con un sol de justicia. Hasta qué nos hemos cuenta de que a lo lejos había una nube gigante con muy mala pinta, y nos acercábamos a ellas. La nube no estaba en el cielo, sino que llegaba hasta el suelo. Así qué de repente, nos hemos adentrado en una espesa niebla, hemos pasado del sol a la oscuridad, y lo mejores que dentro de la nube estaba nevando. Alucinante. Para no creerlo. Hemos estado un buen rato, al menos una hora, bajo la nieve. En algún momento se ha abierto la nube y hemos vuelto al sol, pero ha sido muy breve, ya que en unos pocos minutos estábamos de nuevo rodeados de copos blancos. Al principio no cuajaba nada, pero a medida que avanzábamos, los montes estaban cada vez más blancos. Menos mal que hemos llegado a Gallup, donde tenemos el hotel, porque el asunto tiene cada vez peor pinta. Encima el viento es muy fuerte, y al bajar del coche parecía que estábamos en medio de una tormenta polar.

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