Islandia es un país de contrastes. Tras recorrer la isla siguiendo el conocido Ring Road, hemos podido observar todo tipo de paisajes, personas y de ambientes. Desde la Islandia rural, hasta la cosmopolita Reykjavik, el país deja un sabor de boca para todos los gustos. En las siguientes entradas intentaré resumir de la mejor manera posible las experiencias que hemos vivido en este viaje.
El recorrido lo realizamos en 10 días, con la intención de no perdernos nada de nada, pero al final nos dejamos algunas cosas por ver, sobre todo porque no podíamos adentrarnos en las carreteras de montaña, para lo que era obligatorio conducir un todoterreno. Nuestra idea era hacer un recorrido circular por la isla, el conocido como Ring Road, que atraviesa la isla por la costa mayormente, y que siguiendo la carretera nº 1 pasa cerca de los mayores puntos de interes del país. Para poder hacer esta ruta, es imprescindible disponer de un coche, todoterreno, autocaravana o bici. Si se hace en transporte público, pierdes mucho tiempo y es imposible llegar a todos los puntos interesantes.
Teníamos reservados todos los alojamientos, por lo que fuimos parando cada día en un hostel distinto. Tras la experiendia que hemos vivido, creo que es la manera más recomendable de alojarse en Islandia: los hostels están muy bien preparados, son económicos, y sobre todo, tienen cocina. En las zonas aisladas o en los pueblos pequeños, es difícil encontrar un sitio para cenar, por lo que se convierte casi en la única forma de llenar la panza. Más de una noche intentamos cenar fuera y tuvimos que volver al hostel a hacernos la cena.
Salimos de Loiu, y tras hacer escala en Londres, llegamos al aeropuerto de Keflavik a la 1 de la madrugada (hora local). Los vuelos fueron sin problemas, y a pesar de mi fobia a volar, consegui salir del paso mejor de lo esperado. Hora y media hasta Londres, y otras tres horas hasta Keflavik. No estuvo mal. Pasamos la noche en el Hotel Alex, junto al aeropuerto. Limpio, sencillo, económico, y sobre todo, con servicio de recogida en la terminal, llegases a la hora que llegases.
Último día, y el que más madrugo de todos. El desayuno a las 7:30, con la idea de empezar mi última etapa a las 8. Ha estado lloviendo toda la noche, pero el día al menos amanece nublado y la temperatura es buena para rodar en bici. Ayer termine mi viaje junto al canal, y hoy tengo que rodar por la vía verde de Pierre Lavide, una antigua vía ferroviaría que transcurre entre >Salvaterre y Burdeos.
La primera dificultad del día es encontrar el comienzo de la vía. Habrá unos 20 km hasta la salida, y tengo que hacerlos a través de carreteras comarcales. Dispongo de un plano detallado, que me ha dejado en la casa rural, por lo que no debería ser un problema. Y poco a poco voy avanzando por los pueblos, y me encuentro con las primeras cuestas de verdad, hay bastantes toboganes, pero en algunos puntos hay paredes de al menos el 10%. Teniendo en cuenta que es el quinto día de rodaje, me imaginaba que me iba a costar, pero, en cambio, voy como un tiro. Me hago dos horas de rodaje con muy buenas sensaciones y forzando. La señal de que iba bien es que no he tenido que meter el plato pequeño en ningún momento. Y llego a Sauvaterre.
Es el pueblo más grande de la zona, pero no hay ni rastro de la vía verde, por lo que tengo que preguntar a un par de lugareños, que me lo indican a la perfección. A pesar de no tener ni idea de francés, al menos entiendo las explicaciones que me dan y a las 10 horas llego al inicio de la vía.
El cálculo para el día de hoy son 76 km, 54 de vía verde más 22 de carretera, pero realmente he hecho más de 22 km para llegar a la salida. La vía es una pista asfaltada de 2 metros de ancho, en la que voy prácticamente solo. Voy rodando entre viñedos, es una zona muy agradable, y voy a travesando pequeños pueblos y pasando junto a antiguas estaciones de tren, algunas de ellas, convertidas en bares o restaurantes.
Voy alternando tramos de largas bajadas con tramos de interminables subidas, no duras, pero me obligan a marcarme un ritmo tendido y constante. Noto que poco a poco me van fallando las fuerzas, se me acaba la gasolina. Es tiempo de hacer una parada y comerte una barrita energética. Recupero un poco, pero no todo lo que quisiera. Me quedan cerca de 35 km para llegar a Burdeos, y son las 11 de la mañana. Está siendo la etapa más completa de todas. a favor, que el terreno es todo asfalto, en contra, que ha dejado de ser llano. Empieza chispear un poco, suerte que me ha respetado hasta ahora, por lo que les pongo el chubasquero a las alforjas, yo en cambio no me pongo nada, este agua sirve para refrescarme. Hago unos km más y llego al último pueblo que hay antes de llegar al final de la vía. Me paro y me tomo otra barrita y una coca-cola. En el bar en el que he entrado hay una gran ikurriña colgada en la pared, por lo que les pregunto si son de Euskal Herria, pero no me responden nada claro, y me quedo con la duda de porque estará.
Parece que está última parada ha sido efectiva, y he recuperado fuerzas de verdad, hago lo que me queda de vía como una moto. Esto me da que pensar, me da la impresión de que mucho días no he rodado todo lo que podría porque tampoco me he alimentado como debería, pero al tener las cenas cogidas, y ser casas rurales, no podido elegir como quisiera. Creo que es una buena lección para futuras salidas. Y llego al final de la vía, hago un par de km por carreteras comarcales y empalmo con el río Garona, junto al que transcurre una vía para ciclistas que te lleva al centro mismo de Burdeos.
Los últimos km son de placer. Está lloviendo un poco, pero no importa, solo tengo en mente llegar al final de mi meta. Este último tramo es el más feo de todo el viaje, transcurre por zonas industriales, y no cambia un poco hasta que llego al centro. A las 13 horas, me apeo de la bici y me saco la foto final. En el mismo instante, un grupo de 10 personas, jubilados yo creo, arrancan de la misma plaza con sus alforjas, y salen por el mismo carril por el que he llegado. Van a hacer la ruta, pero en la otra dirección. Estoy contento por este día final. He rodado muy bien, en algún momento flojo, pero me quedo con la sensación de que el días que peor tenía que ir, ha sido el mejor. He completado los 80 km de la etapa en unas 5 horas, cuando el resto de días no he llegado hasta la tarde.
En cambio, me queda una espina clavada, los 90 km que hice entre Carcassonne y Toulousse. Estoy convencido de que si la primera etapa hubiera sido una etapa normal, el resto de días hubiera ido in crescendo y hubiera podido hacer la ruta completa. Sobre todo, porque ese fue el tramo más duro en cuanto al terreno: barro, tierra y agua. De Toulousse en adelante está todo asfaltado, por lo que en condiciones normales se pueden hacer km casi sin darse cuenta, las etapas de 100 km son totalmente factibles.
Mi estancia en Burdeos es corta pero intensa. Como una ensalada en una terraza, regada con una copa de vino espectacular, con la idea de coger el autobús e ir a recoger el coche en el aeropuerto. Pero el chofer no me deja subir la con bici al autobús. Así que me felicito de hacer comido solo una ensalada y me dispongo a emprender, esta vez sí, el último tramo. El aeropuerto está a unos 10 km, que hago con suma tranquilidad y sin perderme. El tiempo ha cambiado y el calor aprieta, pero no es impedimento para que a las 16 h. haya pagado el parking y este desmontando todo para cargarlo en mi coche.
Han sido 5 días intensos, se trata de una ruta sencilla, perfecta para iniciarse en el cicloturismo, pero quizá un poco tranquila después de haber hecho el camino de Santiago anteriormente. Lo que está claro es que hay que ir mínimamente preparado para hacer tantos km en tan pocos días, y planteárselo siempre de menos a más.
Y amanece el penúltimo día de marcha. Poulle at Velo ha resultado ser un sitio agradable. Perfecto para un globlero. Se presenta un día soleado, por lo que por primera vez salgo en manga corta. Cargo las alforjas, ¡y al pedaleo! 86 km por delante y una incógnita: ¿qué tal responderé hoy? Avanzan los km y no voy mal, disfrutando del camino llego hasta la ciudad de Agen, en la que la ruta discurre por un parque repleto de gente haciendo deporte. En bici, corriendo, con patines, incluso con una especie de bicicleta en la que el tío iba tumbado mientras daba pedales. Increíble.
Por fin, y aunque parezca extraño, me tocaba pinchar. Tras rodar sobre una pista de tierra con bastantes baches, empiezo a notar que la rueda trasera no va bien, está un poco baja. Con el peso de las alforjas, lo normal es que la rueda vaya baja, pero no tanto. Espero a que en cualquier momento me deje tirado, pero nada, sigue estable dentro de su mal estado. La hincho un par de veces y se mantiene. Intento encontrar un gasolinera para hincharla a tope, pero es imposible encontrar nada, estoy a 20 km de Agen y cada vez menos pueblos. Me salgo una vez de la pista y busco una gasolinera a la aventura, hasta que un lugareño me dije que hay una a unos 8 km, desecho la idea y vuelvo a la pista. Al ir con la rueda baja, tampoco puedo ir muy rápido, y voy a un trote cochinero con el que me cuesta hacer los km. El agua empieza a escasear, una vez más, es imposible encontrar ningún sitio donde repostar. Por suerte, encuentro un cartel de una casa rural en la que alquilan bicis. Esta es la mía. Tras un par de km, llego a una casa en la que gracias al señor, hincho la rueda a tope y compro coca-cola y agua. Un par de barritas, y ya como nuevo, al pedaleo.
Parece que voy como nuevo, no sé si ha sido el repostaje o que he hinchado la rueda, así que aprieto el paso y recupero lo km que he perdido durante media mañana. Rodando a gusto. Cuando llevo más o menos 55 km, me encuentro un bar con terraza en el que dan comidas, así que decido parar y terminar el primer sector del día. Como siempre, me pido una ensalada, y de segundo, paella, o algo parecido. Le pueden poner toda su buena intención, pero mezclar en la misma paella chorizo, pollo y gambas, pues no sé, como que no, encima, está un poco caldosa. Pero cuando el hambre aprieta…
Nada más terminar de comer, y al coger la bici, descubro que la rueda está muy-muy baja. Al final, sí que estaba pinchada. Así que no me queda más remedio que desmontar la cámara. Pero no me quejo, después de cuatro días, es el primer pinchazo. Termino de ponerle una cámara nueva, y otra vez al canal, me quedan 30 km para la tarde.
Durante la tarde no pasa nada raro, hasta que llego a la última esclusa del día. Es el momento de buscar la casa rural. Sobre el plano, Bourdelles está junto al canal, así que me imagino no tendré problemas. Salgo del canal y me dirijo a las casas más cercanas, en busca de un cartel que indique el pueblo o la casa. Pero nada. Ni una pista de donde pueden estar. Sigo dando vueltas hasta que una pregunto a una señora y me dice por dónde tirar: tengo que cruzar el río Garona, que discurre junto al canal. Realmente no estaba equivocado, pero me había confundido con la orilla. Así que no me queda más remedio que seguir, esta vez junto al río, hasta que lo cruzo por un puente que está 2 km más arriba. Y después, vuelve atrás por el curso del río. Veo el pueblo a lo lejos, y me queda un ratillo hasta llegar. Con la tontería, y cuando pensaba que ya había llegado, me he tirado casi una hora más sobre la bici, y llego bastante cansado al tener que hacer el último tramo con un fuerte viento en contra.
La casa rural está junto al río, está bastante bien, y por suerte, hay una persona que habla español y me ayuda a explicarle al casero que estaría bien si pudieran prepararme algo para cenar. Sin problema, me ponen algo de cenar. De este modo evito tener que ir hasta La Reole a cenar algo, Bourdelles es muy pequeño, y no hay ni bar ni restaurante. Mientras estoy cenando, cae una tormenta espectacular, truenos, rayos y mucho viento. Buff, por que poco.
Al final he salido vivo de la noche infernal. Me ha costado dormirme por el calor, pero era necesario, tenía que secar la ropa. Y al final, objetivo cumplido, se han secado tanto maillot como el culotte.
Si la mañana anterior me levante tocado de las rodillas, hoy me noto desde el principio que tengo los cuádriceps como piedras. Hoy me cuesta un poco más ponerme en marcha, la verdad es que no tengo mucha prisa, tengo 75 km por delante, y no creo que me cueste mucho hacerlos. El objetivo de hoy: llegar al Pollo en Bici, una antigua casa-esclusa transformada en albergue para bicicleteros.
A las 9:30 ya estoy saliendo con la burra en busca del canal, esta vez me se el camino, por lo que ha sido sencillo llegar al mismo. Voy haciendo los km con cuentagotas, ni a tope, ni tampoco en un ritmo globero. La verdad es que no sé a qué velocidad estoy rodando, el cuentakilómetros no funciona desde ayer, pero no pasa nada, los km están marcados en el suelo, uno a uno. Encima, en cada puente o esclusa, te recuerdan los km que llevas recorridos en este canal de Garona, por lo tanto, desde Toulousse. Lo que puede parecer una ayuda, termina siendo un suplicio, ya que me cuesta bastante entrar en calor: las rodillas y los cuádriceps no terminan de cogerle el punto al camino. Por momentos, tengo la impresión de que la pista es cuesta arriba, y sí que pica un poco para arriba, pero no debería suponer problema. Por suerte, el día está bastante nublado, pero aguanta la mañana sin llover. Termino la primera parte de la etapa en Moissac, en total, 45 km mañaneros.
El pueblo es bonito, encima es día de feria, y hay un montón de artistas exponiendo sus cuadros o esculturas en la plaza del pueblo. Me siento en una terraza, junto a la iglesia, con una entrada impresionante (no se para que estudie historia del arte en el insti, ya no me acuerdo del nombre concreto). En este pueblo se cruza el camino de Santiago y se ven peregrinos por todos los sitios. Buenos recuerdos para el globero. Después de un par de horas, en las que doy buena cuenta de un melón con jamón y un magret de pato, cojonudos por cierto, me dispongo a reemprender el camino. Menos mal que no tenía prisa, han tardado casi una hora entre el primer y segundo plato, me lo he tomado con calma, me quedaban 30 km para la tarde, y tampoco quiero llegar muy pronto.
El tiempo está de cambio, y el sol empieza a asomarse entre las nubes, lo que me recuerda que tengo que llenar los botellines. Resulta curioso, creo que lo he comentado en otra entrada, que sea casi imposible encontrar agua. En Moissac, he buscado y rebuscado por el centro para encontrar una tienda en la que encontrar agua, ya que lo de las fuentes públicas es un cachondeo, no ves una ni por asomo. Pero, o casualidad, he encontrado antes una fuente que una tienda, increíble.
Con las reservas de agua completas, es hora de darle al pedal. Tenía miedo de ver como respondía el cuerpo tras un par de horas de parón, pero ha ido mucho mejor. Me pasaba lo mismo en el camino de Santiago, por las mañanas me costaba mucho entrar en calor, por las tardes, en cambio, iba como nuevo. Y hoy me ha pasado exactamente lo mismo. Me ha molestado un poco el culete, lo normal después de tantos kilómetros, pero he rodado muy cómodo. Incluso he ido levantando el pie del pedal.
En un par de horas, he llegado al Poulle at Vello. Es una especie de albergue, con una habitación común para cuatro personas, que por suerte, esta noche es toda para mí (la noche anterior estaba completa). Las chicas que llevan el sitio parecen un poco frikis, pero son simpáticas. La casa está junto a una esclusa, y la han reconvertido en albergue, antes era una casa-esclusa, seguramente en su día habría una persona encargada de la misma.
Repito la rutina de cada día: al lavabo de la habitación y a darle al chimbo, lo único bueno es que ya no hay rastro del barro, tan solo tengo que quitar el olor a sudor. Limpio como en la lavadora no queda, pero al menos da el pego. Y tras darle al frote, me bajo a la terraza a tomar algo. Resulta que no hay wifi, por lo que me saco una cerveza blanca, y me paso un rato escribiendo el resumen de lo que ha pasado en el día de hoy. Ha sido un día muy tranquilo, no ha pasado nada raro, y me he dedicado simplemente a rodar.
Esta parte de la ruta está toda asfaltada, no tiene nada que ver con el canal de Midi. Tengo la sensación de que si el primer día no hubiera tenido tantos contratiempos, hubiera podido terminar la ruta completa, sin tener que trampear con el tren. Hoy podía haber hecho muchos km más, sobre todo por la tarde, pero al tener los sitios para dormir reservados, no tengo margen de maniobra y me tengo que ajustar al guión.
Nada más despertarme, ocurre lo que me temía, tengo las piernas como piedras. Los cuádriceps y las rodillas totalmente doloridos. A medida que entro en calor se me va pasando, pero noto que no he recuperado bien. Paliza de coche dos días antes y casi sin comer, paliza de bici el día anterior, no es de extrañar.
Para las 8 ya estoy desayunando, y para las 9 en marcha. Cuando estoy montando las alforjas descubro una cosa: hay una especie de canal junto a la casa. ¡Coño! Pero si es el Canal del Midi. Si hubiera seguido el canal desde la esclusa de Puicheric, hubiera llegado en nada, pero como no tenía ni idea de adonde ir…. No le doy muchas vueltas, lo más lógico era dirigirse al pueblo, y es lo que hice, mala suerte, sin más.
Arranco suave a las 9. Mi objetivo: Carcassonne. Son 30 km hasta la ciudad medieval. Voy puliendo los km poco a poco, sin forzar mucho. Pero realmente estoy preocupado, no tengo habitación para esta noche, en cambio, si para mañana, y la casa está a 240 km, lo que supone una media de 120 km para hoy y otros 120 km para mañana. Me propongo ir avanzando e ir analizando la situación a medida que me acerque a Carcassonne. Diviso la ciudad sobre las 11:30 y me lanzo hacia ella. En mala hora, la ciudad es muy bonita por fuera, sus murallas, sus torres, pero cuando te adentras en ella, descubres el infierno: callejuelas estrechas y gente, mucha gente. Tengo que ir con la bici en la mano, esquivando personas. Es más, pierde su encanto al ver que es un centro comercial, pero temático. Me tomo una rato para descansar en una terraza. Quiero comer algo, por lo que me pido un sándwich, que tampoco hay que pasarse. Pues bien, la palabra sándwich es Francia significa bocadillo de media barra, que por supuesto, no consigo terminar.
Tengo que tomar una decisión, y decido que no estoy para hacer 90 km más. Así que, me dirijo a la Gare y cojo un Ter que sale en ese mismo instante hacia Toulousse. Y no lo pierdo por 1 minuto. En una hora me planto en Toulousse, y le meto un bocado de 90 km a la ruta. No me gusta lo que he hecho, pero no había alternativa. Si quiero llegar a Burdeos, es el camino.
Hasta ahora no me comentado nada al respecto, pero llevo desde que he salido con la cadena y los cambios más que secos, y chirrían sin cesar. Es otra de las causas de mi ‘trampilla’, si no encontraba una taller, no llegaría muy lejos. Y ahí que me planto en Toulousse en busca de una tienda de bicis. Empiezo a dar vueltas, recorriendo calle tras calle, y no hay manera, muchas ropa, mucho bar, pero nada de bicis. Si al menos hubiera una ferretería para comprar aceite. Al final, y desesperado, encuentro una tienda de motos, y casualidad que venden recambios, aceites y demás. El tipo de la tienda me vende una spray, y tras buscar una sitio donde apoyar la bici, ahí que le doy. Esperaba que saliera aceite, cuando sale un líquido blanco, que no tiene buena pinta. En vez de disolverse, me deja la cadena y los piñones blancos, me espero lo peor, cuando descubro que ha hecho su función, y la bici ha dejado de hacer el ñiki-ñiki del demonio.
Las 15 horas. Tengo que tomar una decisión, o me quedo en Toulousse o sigo adelante. Si sigo, necesito un sitio para pasar la noche. Por lo que veo en el mapa no hay muchos pueblos, por lo que me siento en una terraza y me pido un, adivinar que, un croque, que resulta ser una especie de sándwich, ¡otra vez! Saco el notebook y mediante el wifi me tiro un rato buscando hoteles o casa rurales, pero hay bien poco o casi nada, encima, tengo que reservar online, por lo tengo que hacerlo a través de booking. No puedo esperar a que me respondan a un email. Tras mucho buscar, encuentro y reservo un hotel a 20 km de Toulousse, algo es algo. Prefería hacer algún km más, pero eso que le quito a la etapa de mañana.
En Toulousse termina el canal de Midi, y empieza el del Garona. Se nota mucho el cambio. Por el Midi era casi todo tierra, piedra o barrillo, pero casi nada de asfalto. El de Garona, en cambio, es todo asfalto, por lo que es mucho más rápido, pero tiene menos encanto. Los km restantes de la etapa transcurren sin novedad, llego a Castelnau, y me lanzo de nuevo en busca del hotel, que encuentro más o menos bien. Está en una zona industrial, pero es totalmente nuevo, y tiene un restaurante al lado.
Nada más entrar en la habitación me toca hacer la colada, tengo la ropa o sucia, o mojada, o ambas. Por lo que hecho mano del chimbo (mano de santo), y le doy al frote. Es increíble la mierda que sale. Y eso que alguna ropa también la lave ayer. Lo difícil va a ser que se seque, anoche no hubo manera, por lo que pongo el aire acondicionado de la habitación a tope y bajo al hall, donde, con una Heineken bien fría (o dos), me dispongo a escribir estas palabras. He ido a cenar, y después, ya más tranquilo, continuó este relato, que termina por hoy, desde la habitación. Espero no cocerme vivo esta noche.
Me levanto con ganas de desayunar, lógico, ¿no? Y tras un desayuno decente, arranco con el coche de alquiler a la oficina de Herz en Sete. Va todo rápido y bien, por lo que para las 9:30 tengo las alforjas montadas, lo malo es que empieza a chispear. Por si acaso, les pongo las capuchas a las alforjas y saco el chubasquero. En buena hora. Y como no podía ser de otra manera, me pierdo nada más salir: me confundo en la dirección, jeje, cuesta abajo, y después, cuesta arriba para volver en la buena dirección. Pero al menos estoy en marcha, ¡por fin!
Según la página que he consultado de los canales, la primera esclusa está en el mismo Sete, mondier, la primera en la frente: hay 20 km para llegar al principio del Canal de Midi. Y encima está lloviendo, y encima, tras unos 4 km de carril bici, este desaparece y tengo que ir por la carretera general. Llego a una rotonda al de 15 km, y me encuentro un carril bici, le pregunta a un señor si lleva al Canal y me dice que sí, menudo capullo, se le olvida decirme que es en la otra dirección. Lloviendo a mares, me meto por un pueblo en el que n o se ve ninguna señal, al final, vuelvo a preguntar a un señor, y esta vez parece que acertamos. Voy pedaleando junto a canal, y al otro lado del canal está el mar, todo muy bonito, hasta que me meto por un camino de tierra arcillosa y la bici empieza a tener barro por todas las partes imaginables. Los tacos de las ruedas ya no son tacos, las ruedas están cubiertas de un barro rojo que hace imposible dirigir la bici. Veo el final del camino a lo lejos, y noto que la bici se me va por momentos, resbala, ya que no tiene forma de sujetarse. Salgo de ese infierno como puedo, y tras seguir las instrucciones de otros ciclitos, llego a un puente y veo un canal. Pero no hay camino a seguir. Después de un rato probando una dirección y otra, llego al punto donde el capullo me dijo que el Canal estaba por ahí. Al final, tras cagarme en el unas cuantas veces, cojo la carretera otra vez hasta el siguiente pueblo. He perdido más de una hora, bajo la lluvia, y la bici y el menda estamos llenos de barro.
Al llegar al siguiente pueblo, Agde, le pregunto a un señor, que solo es capaz de decirme después de darme la mano: ¿english? Rosbift, jeje. Y se queda tan ancho. Me voy acercando al Canal, lo noto, estoy cerca. Por fin, tras una vuelta al pueblo, encuentro el inicio de Canal, pero al mirar el reloj me doy cuenta de que he perdido 2 horas y media, he salido a las 9:30 y hasta las 12:00 no he logrado encaminarme. Me tomo una coca y tartaleta de puerro, y arranco bajo una lluvia infernal. Llega un momento en el que el terreno cambia y vuelve a aparecer la tierra arcillosa, si antes me estaba cagando en ella, que habían sido 5 minutos, ahora todavía más, todo el camino es de ese tipo, y parece que no tiene fin. En esos momentos me acuerdo de las clásicas belgas, y me parece que estoy participando en ellas: lloviendo a mares, con la bici totalmente embarrada (pedales, frenos, cambios, no hay parte de la bici que no esté embadurnada). Tengo que parar cada dos por tres para limpiar las ruedas, quitarles la capa de barro con un palo, tengo que quitarlo a puñados. Todos los huecos que hay en los cambios están totalmente taponados. Al fin, tras unos cuantos km infernales, empieza un tramo de asfalto que me viene bien para limpiar las ruedas, pero es lo único que se limpia: el resto, sigue igual, incluso las zapatillas tienen una capa de 1 cm de barro.
Tras 2 horas y media, llego a un pueblo, Columbiers, en el que paro a comer una ensalada, por cierto, muy buena. En media hora me la ventilo y tras un café, arranco bajo una lluvia incesante. En ese momento, me faltan 65 km para llegar a Puicheric, que es donde he reservado una habitación en una casa rural, y son las 15:00 horas. En teoría, debería llevar 40 km en las piernas, pero realmente llevaré unos 70. Tengo que llegar como sea, y bien que como sea.
La tarde se hace cada vez más larga, paulatinamente, voy bajando el ritmo de mis pedaladas y noto que me va a costar llegar. Para más inri, y a pesar de ir junto a un canal, no hay una puñetera fuente por ningún lado. A eso de las 17:30, y junto al canal, diviso unos invernaderos, me dirijo a ellos y descubro que es una megatienda de flores y plantas. Le pido agua al señor que atiende, y como parece que no está por la labor, me compro una botella de zumo de melocotón. Y me meto para el pecho el litro de zumo en 5 minutos. Eso, y una barra energética, con la esperanza de recuperar fuerzas. Al menos ha dejado de llover.
Según mis cálculos, me deberían quedar 25 km para llegar a Puicheric, pero a medida que voy pasando esclusas, en vez de disminuir, aumentan las distancias. Lo peor que te puede pasar es que cuando piensas que te quedan 15 km, descubres que aún restan 20. Vas justo de fuerzas. Y se me olvidaba: todo esto con viento de cara. Si pensaba llegar a las 19, mis previsiones se van al garete. Finalmente llego a la esclusa a eso de las 20. Lo que no significa que haya llegado a la casa rural. Ahora me dirijo al pueblo, y para variar, no está señalizado. Al final llego, pero no tengo la dirección del sitio. Domaines de Fontanelles, es una bodega. Después de dar una vuelta al pueblo, o milagro, descubro un cartel con el nombre, por fin, cojo esa carretera y veo que estoy saliendo del pueblo. A las afueras me encuentro a unos señores y me indican que todavía me queda un buen trecho. Ya no se que más me espera. Me meto entre plantaciones y finamente llego a una casa, siii, era allí. 20:30, tras salir a las 9:30, casi nada.
Lo primero que hago es desmontar las alforjas y darme una ducha rápida. Una de las señoras entiende castellano, por lo que al menos no pierdo tiempo dando explicaciones. Y me siento a la mesa. Toda la familia reunida, y de invitado. Me han tenido que esperar, pero son muy agradables conmigo. La cena, de 10. Cantidad y calidad, todo productos de la casa. Tienen viñedos y el vino que hacen es buenísimo. Tanto el blanco como el tinto. Melón con tomate, una empana de hojaldre, pasta a la carbonara, pollo al limón, y de postre, quesos variados y pastel de pera. Casi nada. El señor esta alucinando cuando le he dicho que vengo de Sete y que he hecho 140km, me llaman Contador II entre bromas, son muy majos. Tras una agradable cena, toca limpiar. Estropajo con el chubasquero y las zapatillas, y mangerazo para la bicicleta. Es increíble la mierda que he traido encima.
Y tras limpiar la ropa en mi habitación, a duras penas, al sobre. No hay tele, y tampoco la echo de menos.
El primer día no destaca por nada en especial, llego a Burdeos bien de tiempo, cojo el coche de alquiler y salgo con media hora de retraso: he tenido que ir desde el aparcamiento de larga estancia al aeropuerto a por el coche, al menos tenía la bici. Lo peor no ha sido eso, he pillado un atasco descomunal para atravesar la periferia de Burdeos y coger la autopista dirección Toulousse. Resultado, una hora más de retraso. Lo único bueno que me queda de Burdeos, que me han dado un Corsa en vez de un Pandereta, al menos no he tenido que desmontar las dos ruedas.
Al final, con tanto retraso, y a pesar de que el Corsa tiraba bien, he llegado a las 22:30 a Sete. Cuatro horas de viaje desde Burdeos, más otras 3 desde Bilbao, y con un par de paradas en total para tomar un par de sándwich. Y es lo único que he comido en todo el día: 5 sandwich. Al llegar al hotel no había nada para comer, ya que había llegado tarde, por lo que me tuve que conformar con zumo y 4 barritas, menos mal que las llevaba, que haría sin ellas. Así que a la cama con más hambre que el perro de un ciego.