Primer día de andanzas. El viaje desde Bilbao ha ido son ningún problema, escala corta en Frankfurt y vuelo hasta Chicago. Lo único malo, que hemos tenido que madrugar bastante: a las 4 de la mañana arriba, que a las 7 salía el primer vuelo de Loiu. Y han sido unas cuantas horas, ya que hemos aterrizado en Chicago a las 19 horas hora de Euskadi, y en USA eran las 13 horas, unas 6 de diferencia. En ese momento ha comenzado nuestra aventura americana, un cúmulo de circunstancias, que junto con el jet-lag, ha hecho que el primer día ha sido agotador.
Como se ve en las películas, la entrada por el paso de inmigración ha sido curioso. Encima nos tocado el poli hueso. Al de delante nuestro le ha preguntado un montón de cosas y le ha echo sacar unos cuantos papeles. Ya nos temíamos lo peor. Pero bueno, adelante, que para atrás no podemos ir. El tío era bastante grande, serio y con aires de superioridad. Cuando le he dicho que íbamos a hacer la Ruta 66, me he preguntado que sí en moto, pero al responderle que en coche, ha soltado un bufido y una mirada de desprecio que nos os podéis ni imaginar, como queriendo decir, vaya pringados. El poli era motero seguro. Pero al menos no me ha preguntado mucho mas y he pasado rápido.
También hemos tenido suerte, ya que no nos han abierto las maletas, y hemos salido poco después del aeropuerto. Tocaba ir a por el coche de alquiler. Para ir a la oficina de National hemos tenido que coger un autobús, y en dos minutos estábamos hablando con el encargado, que ha sido la mar de majo y se le entendía bastante bien todo lo que decía. Esti suele entender el ingles mejor que yo, pero yo suelo ser el que habla, hacemos el equipo perfecto siempre que sea inglés claro, y no chino. Con las llaves en las manos, tocaba ir a por el coche, un Toyota Yaris modelo americano. Que pedazo maletero, nos podíamos meter nosotros dentro. Todo perfecto hasta que me he sentado y he visto la palanca de cambios. Yo pensaba que no tenían cambios, pero si, no tenia ni idea de como funcionaba un coche automático. Ya sabía que eran sólo dos pedales: freno y acelerador. Pero tenía una palanca de cambios con 7 marchas: aparcado, marcha atrás, y otras cinco que supongo serán las de conducción, pero no he llegado a pasar de la tercera, no estaba el tema como para correr mucho. Antes de salir del aparcamiento, hemos dado una vueltas para hacerme a su uso, pero era difícil de narices. Siempre pisaba con el pie izquierdo, pero sin acordarme de que no era el embrague, ¡sino el freno! Así qué hemos pegado una frenadas de partirnos el cuello.
Con la poca práctica que puedo coger en 10 minutos, hemos salido a la carretera, dirección centró de la ciudad. Sobre el mapa llevábamos las indicaciones correctas, pero me he confundido en una salida (antes he pegado un frenado de la leche, por la maldita costumbre del embrague, menos mal que el de detrás venía lejos, y yo iba pisando huevos). No hemos tardado mucho en descubrir las típicas casas americanas, filas inmensas, todas con sus porches y coches aparcados en la puerta (algunas con la bandera, por supuesto). Mala señal, porque teníamos que haber seguido la autopista. La cuestión es que nos hemos tirado un buen rato dando vueltas por calles y barrios residenciales, sin saber por donde tirar. Teníamos que coger la carretera 90, pero allí no había ningún tipo de indicación. Vuelta y vuelta, y sin rastro de la autopista. Al final hemos decidido volver al aeropuerto, pero claro, guiándonos por los aviones que despegaban, ya que no había ninguna señal. Otra cosa curiosa es que no hemos visto ninguna rotonda, cada vez que quieres dar la vuelta hay que seguir hasta que haya un desvío y volver para atrás como se pueda. Nuestra primera experiencia con el coche ha sido muy mala, ya estábamos de los nervios. Claro que de vez en cuando le daba una pisada sin querer al freno, pero cada vez menos. Por suerte, hemos logrado encontrar la entrada a la autopista, y con un poco más de habilidad, hemos seguido la misma hasta
casi el centro de la ciudad. La salida de Fullerton estaba bien indicada, y con el mapa en la mano, hemos al Chicago Getaway Hostel sin ningún contratiempo más.
Para cuándo habíamos dejado las maletas en la habitación, eran las 17:30. Habíamos perdido la tarde, y no nos sobraba mucho tiempo para el espectáculo del día: el partido de los Chicago Bulls. Nuestra intención era dar una vuelta por el centro antes de ir al partido (ver el Cloud Gate y el Millenium Park como mínimo) , pero ha sido imposible. De hecho, hemos llegado 5 minutos antes de empezar el partido de basket.
Nada más entrar al pabellón, alucinas. Es impresionante, no sólo por sus dimensiones, sino por como esta preparado todo. El Buesa es como un patio de colegio comparado con el United Center. De entrada, las presentaciones de los equipos. Y como no, el himno americano. Salieron cuatro militares con banderas, y un tenor canto el himno de las barras y estrellas. Tuvimos qué ponernos de pies, a ver quien es el guapo que se queda sentado. Igual no te dicen nada, pero por sí acaso… Mientras lo interpretaba, el público jaleaba y se caldeaba cada vez más, eso es patriotismo, lo que se ver en las películas es tal y como nos lo muestran. Todo lo que rodea al deporte es un puro espectáculo o marketing, no sé cómo definirlo mejor. No os podéis imaginar la pila de actividades que se pueden realizar durante un partido de baloncesto: lanzamiento de hamburguesas entre el público o lanzamiento de camisetas en paracaídas desde el techo del pabellón entre otras cosas. Resulta curioso también lo que come y beben, que manera de papear, y que manera de beber. Cerveza a raudales, y hasta cubatas. Botellas de ginebra, ron, vodka, lo que quieras tomarte. Normal que el público se animara tanto.
Y que decir del partido, los Bulls contra los New Orleans Hornets. Pensábamos que iba a ser una pachanga total, pero resulto un partido bastante emocionante, que no quiere decir que de calidad. Una vez más se confirma que lo que nos venden de la NBA es siempre el Top 10, las mejores jugadas, pero para se produzcan esas 10 tienen que jugarse antes infinidad de partidos. Vimos a Noah, el hijo del tenista lo hizo bastante bien, y a Bellinelli, el italiano fue el revulsivo de su equipo. También estaban Boozer o Hinrich, claro que Rose, la estrella, esta lesionado. Lo curioso fue que Scottie Pippen estaba entre el público, y cuando le enfocaron el público rugía.
Al final del partido estabas cansadisimos, 24 horas seguidas sin dormir, y aquí todavía eran las 11 de la noche cuando nos fuimos a la cama. Las 5 de la mañana en Euskadi. Así qué cogimos el metro de vuelto, y tras cenas algo rápido en un McDonalds, al sobre.
Nos queda mucha pena de no poder ver nada más de la ciudad, pero ha sido imposible. Nuestra idea era aprovechar la tarde, pero con la historia del coche, se nos ha echado el tiempo encima. Si estuviéramos más frescos, después del partido nos hubiera dado tiempo a algo más, pero se nos cerraban las persianas, bastante que hemos parado a comer una hamburguesa, que por cierto era la cuarta o quinta comida del día, el jetlag nos esta matando.