Driving Route 66 (6): crónicas carnívoras en Texas

Al igual que el día anterior, hemos tenido problemas de orientación en Oklahoma, nos ha costado salir de la ciudad. Íbamos perfectamente por la ruta, todo bien indicado, hasta que en un cruce se han perdido las señales, y hemos estado dando vueltas intentando encontrar la calle correcta para retomar la ruta. Pero ha sido imposible. Hemos seguido la calle Mustang, que supuestamente cruzaba la ruta, pero nada. Así qué al final hemos cogido la autovia, no podíamos perder más tiempo. Para hoy tenemos unos 450 kilómetros por delante.

Hasta ahora no he comentado nada del clima, pero a medida que nos acercamos al oeste del país, hace cada vez más calor. Hemos pasado de estar en Illinois con el forro puesto, a ir en manga corta y estar sudando. El paisaje asimismo también se va volviendo más seco, Oklahoma es el punto intermedio entre el paisaje con mucha vegetación y los campos amarillos por la sequedad. Y que decir de Texas. Pero bueno, eso va más adelante.

Hemos retomado la ruta en El Reno, salida de la autovia y vuelta a la carreta comarcal. Pero no ha sido por mucho tiempo, ya que la ruta vuelve en muchos pueblos a la autovia del oeste. En esta zona, en la que cada vez se ven menos pueblos, no son necesarias tantas carreteras, por lo que no han sustituido la 66 del todo. En Hydro hemos encontrado la primera gasolinera del día, la de Lucille. Esta señora, estuvo 60 años trabajando en su gasolinera, hasta que lo dejo en el año 2000. Ya se había ganado la jubilación, ¿no? La gasolinera la compro un chico, la cambio de sitio, y la restauro para convertirla también en tienda.

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Durante un buen rato hemos ido por la autovia, casi sin salir, y donde hemos salido, no hemos visto nada destacable. Hasta qué hemos llegado a Elk City. Primero hemos parado a tomar un café y un pedazo de tarta. Lo curioso es que nos miran como a bichos raros porque no comemos fritanga y pedimos solo la tarta. Hay que ver lo que comen ellos, hamburguesas, patatas, huevos, bacon, y eso a las 11 de la mañana. En esta cafetería, una de las camareras, Millie, nos ha comentado que su abuelo era español, y nos hemos quedado con las ganas de preguntarle de donde. Seguro que era de Euskadi, alguno de esos pastores que emigró a USA para trabajar como pastor. Pero bueno, nos quedamos con la duda.

En Elk City, hemos descubierto un museo de lo más interesante, cuando menos nos lo esperábamos. Habían recreado una ciudad del oeste antiguo, con su banco, casa postal, estación del tren, hasta con maniquíes dentro de las casas. Con sólo darte un paseo parece que te transportas en el tiempo. Y hemos estado un buen rato dando vueltas, ha estado muy bien, entretenido y curioso. Lo que más llama la atención sobre todo lo demás es el pedazo cartel de la ruta 66 que hay junto a la carretera. Increíble. De postal.

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A diferencia de ayer, estamos viendo muchas menos cosas. Están siendo más kilómetros de autovia, menos pueblos donde detenerse, y todo cada vez más decadente. Se nota que esta zona esta bastante deprimida. Pero eso lo hemos notado sobre todo en Texas, y es que hemos cambiado de estado al mediodía. Siguiendo las indicaciones de la guía, hemos entrado en algún pueblo que estaba totalmente abandonado. Por ejemplo, Texola, el último pueblo de Oklahoma, justo en la frontera. Según la guía, lo típico es hacerse una foto en el cartel de la entrada, pero ya no que ni eso. Esta todo abandonado. Menos mal que en el siguiente pueblo hemos visto algo más, Shamrock todavía mantiene negocios abiertos, moteles y alguna cafetería. También gasolineras, y hemos aprovechado para repostar en una de las nuevas. La atracción del pueblo es una antigua gasolinera y café, totalmente restaurada, y que ahora es sólo tienda. Llama la atención por los colores, y por ser mucho más grande que las que hemos visto hasta ahora.

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En el siguiente pueblo, McLean, esta la gasolinera Phillips más antigua de Texas. Pero lo que más nos ha gustado ha sido el restaurante Red River. Gary Turner, el señor mayor de Gay Parita, nos había recomendado el lugar. Incluso nos había dado una tarjeta. Según el, era la mejor carne del mundo, así como Happy Burger de Sapulpa tenía la mejor hamburguesa del mundo. Teníamos que ir sí o si, encima nos ha coincidido con la hora de comer. Nada más entrar te das cuenta que entras en un lugar especial, la decoración es totalmente del oeste, pero no porque sea una apariencia, es porque son así, es su historia. Cuando estábamos comiendo, han entrado cuatro cowboys con sus gorros, botas de montar y espuelas. Curioso el ruido que hacían al caminar. Pero lo importante era la carne. A los yankees les gusta mucho la barbacoa, y aquí la tenían. De ahí el sabor de la carne, con la marca de la barbacoa impresa, que buena estaba. Hasta Esti se ha comida una chuleta. Yo he elegido el menú cowboy, y Esti el de cowgirl. No tenía un gran tamaño, pero mejor, ya que esta noche nos toca visitar el Big Texan.

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Después de comer, vuelta a la carretera hasta el pueblo de Conway, ya cerca de Amarillo. Según la guía es el mejor exponente de la decadencia de esta zona respecto a la ruta. Y así ha sido. Había un montón de negocios abandonados. Pero lo mejor ha sido unos coches que estaban clavados en el suelo. Y cuando digo clavados es clavados. Eran escarabajos. Estaban pintados estilo graffiti, y por el suelo había infinidad de botes tirados, por lo que cualquiera puede ir al lugar y continuar con la obra de arte. En Amarillo hay algo similar, pero más a lo grande.

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También nos hemos encontrado cerca una torre de augura torcida, puesta así con esa intención, llamar la atención de los viajeros. El que lo coloco, tenía un taller justo al lado.

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A diferencia de ayer, hemos llegado al hotel sin ningún problema. Pero antes hemos parado en el Big Texan para hacer unas fotos. El sitio es espectacular. El que ha montado el negocio es un figura. Para el que no lo sepa, este sitio es famoso porque sirven una chuleta de 2 kilos, que no te cobran si consigues comértela en menos de una hora. Ha salido en el programa Crónicas Carnívoras hace poco. He estado dándole vueltas a sí iba a intentarlo o no, pero después de la carga de carne que llevo encima (ayer sólo comi hamburguesas, 4 concretamente), y la chuleta del mediodía, mejor no pasarse, no iba a poder. Aquí hay que venir con hambre.

Lo mejor de todo ha sido que el restaurante tiene un servicio gratuito de limusinas. Te recogen en el hotel y te llevan al sitio. Así qué hemos ido como señores, con nuestro chofer en la limusina. Nada más entrar al restaurante, alucinas con sus dimensiones, tiene infinidad de mesas, pero encima tiene una tienda de souvenirs y un salón recreativo. Aunque lo realmente importante es la carne. Me he pedido la chuleta homenaje del 50 aniversario. Medio kilo de carne pura y dura. Sólo carne. Hummmm. Hemos salido con una tripada importante. Como dicen ellos, todo en Texas es más grande, razón no les falta.

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