Hoy es nuestro séptimo día desde que salimos de casa, y sexto de ruta. No se el número exacto de kilómetros acumulados, pero podemos estar cerca de los 2000. Casi nada. Pero aún nos quedan al menos la mitad. Hoy vamos a llegar al punto intermedio, en Adrián. Una vez más, el día ha amanecido soleado, por lo que hemos podido salir de Amarillo disfrutando de la conducción y del paisaje urbano. Para salir de la ciudad hemos seguido la ruta original, que transcurre por la sexta avenida. Lo que en su día fue el punto neurálgico de Amarillo, se ha convertido en una calle para el recuerdo. Infinidad de negocios con estética antigua, algunos todavía abiertos, pero la mayoría cerrados y cada vez más deteriorados. Es una pena ver que toda la vida que tuvo la calle, se ha apagado poco a poco hasta casi desaparecer.
A unas pocas millas de Amarillo, y tras dar alguna vuelta de más, hemos llegado al Cadillac Ranch. Se trata de una obra de arte creada en la década de los 70. Ayer vimos algo similar, pero no era tan impactante como esta. 10 cadillacs clavados en la tierra en medio de la nada. Desde la autovia se aprecia que hay algo, pero no te imaginas lo que pede llegar a ser. Esta obra se ha convertido en uno se los iconos de la ruta, una imagen que se repite en muchas páginas y guías.
No pudieron elegir un nombre mejor para la ciudad, camino al oeste desde Amarillo, el campo es cada vez más seco. Kilómetros y kilómetros de campo de color amarillo, con algún rancho desperdigado, es lo único que puedes encontrarte por la zona. Hay muy pocos pueblos, y los que quedan, están en plena decadencia. Así nos hemos tirado un buen rato, por la autovia y devorando millas. Hemos salido en algún pueblo, en Vega concretamente, pero tampoco hemos visto nada destacable.
A media mañana hemos llegado a Adrian, el punto exacto en el que has recorrido la mitad de la ruta 66. El pueblo tiene alguna gasolinera y motel ya antiguos, pero por sí algo destaca es por la cafetería, MidPoint Café, un hito en el camino de los ruteros. Como bien dice en una cartel, ya has llegado a la mitad de la ruta, te mereces beber y comerte algo. La cafetería esta muy bien decorada, con un montón de motivos de la ruta y con un aire retro muy especial. En la guía nos recomendaban comernos la ‘ugly crust pie’, y había que hacerle caso. Justo cuando hemos entrado había un par de japonesas sentadas en la barra, estaban haciendo la ruta como nosotros. Cuando se han levantado hemos alucinado al ver que llevaban botas de montar. Si que se habían tomado la ruta en serio.
La siguiente parada la hemos hecho en Tucumcari, Nuevo México. Volvíamos a cambiar de estado, y ya no se cuantos van ya…. Atravesando el pueblo de Tucumcari se pueden observar infinidad de moteles, gasolineras, murales… Pero a diferencia de otras localidades, se habían preocupado de mantenerlas bien conservadas, por lo que el paseo en coche por su avenida es de lo más agradable. Nosotros hemos ido lentos, por el carril derecho, y sin perder detalle de lo que nos ofrecía.
Desde Tucumcari a Santa Rosa, hemos ido casi todo el trayecto por la autovia. El paisaje es aún más desértico que en Texas, mucho más inhóspito. No se ven casi casas. Hay algún pueblo medio abandonado, pero incluso en la guía nos recomiendan no salir de la autovia. Esta zona esta totalmente abandonada. Los pocos pueblos que quedan, Santa Rosa por ejemplo, da la impresión de que vive exclusivamente de los conductores que atraviesan el país de este a oeste. Nada más entrar al pueblo te encuentras 5 o 6 hoteles, todos de cadenas importantes, pero quitando eso hay pocos negocios.
Lo que sí hay en Santa Rosa es un museo de coches antiguos, y hemos parado para visitarlo. Aunque no ha habido suerte, a pesar de que tenía el cartel de abierto, la puerta estaba cerrada a cal y canto. Una pena, ya que desde fuera se podía ver que había bastante cosas para ver. Al menos hemos podido ver los coches que tenía en el exterior.
A unas cuantas millas de Santa Rosa, la ruta ofrece dos opciones: seguir por la autovia por la que vas hasta ese momento, o desviarte por el norte por la ciudad de Santa Fe. En nuestro caso, hemos optado por el desvío. Al salir de la carretera principal, hemos descubierto un terreno bastante distinto. A pesar de ser seco, se veían cada vez más árboles, y lo que es más importante, montañas. O casi mejor definirlos como montes, ya que no son tan altos, pero después de tanto tiempo viendo terreno llano, cualquier cosa parece una montaña. Por otro lado, lo que estamos descubriendo es que todos los nombres de los pueblos son en castellano. Las emisoras de radio emiten música tex-mex. Al igual que el paisaje, las personas también han cambiado mucho desde que arrancamos en Chicago.
Además de algún pequeño pueblo, lo que abundan por esta zona son ranchos o casas solitarias. En los 50 kilómetros que hay entre el desvío hasta Romeoville, pocos pueblos hay. Esta localidad es de las más importantes de la zona, junto a Las Vegas (esta es la otra, no la de Nevada). Como ya teniamos hambre, hemos parado en la gasolinera a comer, ya que tenía un Subway. Y una semana después, y de ver infinidad de ellos, hemos descubierto que son la cadena de comida más sana de todo USA. Ni hamburguesas, ni patatas. Ensaladas y bocadillos vegetales. Encima te ponen una tabla en la que comparan las calorías que tienen sus productos con los McDonalds y Burguer King. Una tercera parte, casi nada.
El tiempo estaba cambiando a medida que nos acercábamos a Santa Fe, se veían cada vez más nubes, y al final, ha terminado por llover. Pero la lluvia no ha evitado que nos hayamos pateado la ciudad. Hemos aparcado en el motel y hemos caminado hasta el centro, que ya necesitábamos estirar las piernas. La ciudad nos ha gustado mucho, no tiene nada que ver con lo visto hasta ahora. Parece que se ha detenido el tiempo. Los edificios son marrones, simulando las casa de adobe, en un intento de mantener la arquitectura local.
Lo bueno que tiene es que puedes recorrer el centro caminando sin ningún problema, esta todo muy cerca. Una vez visitada la plaza, se puede andar por las calles paralelas, y visitar sus catedrales e iglesias. Como ya he comentado antes, todo tiene su nombre en castellano, y las iglesias no iban a ser menos. Por ejemplo, la Misión De San Miguel, del año 1600. La ciudad fue creada por colonos españoles, y junto a la misión, se encuentra la casa más antigua de la ciudad, y esta es de adobe de verdad.
Aunque parezca mentira, el turismo es de elite en Santa Fe. Las tiendas y hoteles son de lujo. Y cuenta con bastantes galerías de arte. Los precios también son acordes. Nosotros hemos cenado en un café asequible pero bastante bueno, el Blue Corn Café. Después de comer una ensalada al mediodía, me apetecía algo consistente, y estando donde estamos, me he pedido una enchilada. En buena hora, como picaba. Me he puesto bastante rojo, y no he parado de beber agua fría, constantemente, para aliviarme. Que infierno.