Hoy nos hemos levantado con una mala noticia: el Tioga Pass esta cerrado por nieve. Se trata de un paso de montaña que esta a 3000 metros y que pensábamos atravesar para llegar al parque nacional de Yosemite. Esto altera y mucho nuestro plan de viaje, ya que no podremos llegar a Yosemite desde Las Vegas y cruzando Death Valley. El Tioga es la única forma de atravesar las montañas, y una vez que cierra el paso, no vuelve a abrirse hasta la primavera. Para llegar al parque tendríamos que rodear las montañas, y no se sí nos dará tiempo, me temo que no.
Pero bueno, no nos adelantemos a los próximos días, ya que tenemos cosas que ver por el camino. Tras salir de Santa Fe, hemos continuado por la autovia hasta salir cerca de Albuquerque. Empiezan a verse reservas indias, alguna de ellas con casino incluido. Desde Algodones, hemos seguido la ruta por la comarcal, por lo que hemos entrado a la ciudad por la ruta de 1937, la que viene de Santa Fe.
Hemos visto parte de la ciudad, pero no todo lo que queríamos. Esta ruta da un gran rodeo para salir por la avenida Isleta hacia Los Lunas. Durante este tramo hemos visto unas cuantas referencias a nombres vascos, pero el colmo ha sido encontrarnos la Chicharroneria Orozco. Otra cosa destacable que hemos visto por esta ruta, relacionada con la historia de la ciudad, es la importancia del negocio del automóvil. Hemos perdido la cuenta de concesionarios y negocios de compraventa. Según hemos podido leer, fue de vital importancia para Albuquerque.
Al final, en la salida de la ciudad hemos vuelto a coger la autovia y hemos entrado a Albuquerque por su calle principal. Pero antes, nos hemos llevado una sorpresa, ya que nos hemos encontrado el estadio de los Isótopos, el equipo de béisbol de la ciudad. No hemos podido evitar parar para hacer una foto. Todo buen seguidor de Los Simpsons conoce a este equipo, ya que sale en uno de sus episodios. Enfrente estaba el estadio del equipo de fútbol americano, y al parecer había partido, ya que estaban cobrando por aparcar en la zona ya desde la mañana. Algunos aficionados estaban preparando barbacoas, preparándose para el partido desde horas antes.
Y que decir de Albuquerque. El centro tiene varias calles con edificios curiosos. Uno de ellos es el teatro Kimo, con claras influencias de estilo indio. Hay algún que otro negocio relacionado con los pueblos nativos: ropa, joyas, souvenirs, todo lo que tenga que ver con su cultura. Tampoco falta el típico negocio que creció junto a la ruta, el Nick’s Café. Creado en el año 1910. Pero no todo son negocios, ya que hay algunos murales muy chulos por el centro.
Lo que más nos ha sorprendido de la ciudad es que no había casi nadie por la calle, y muchas de las personas que había eran mendigos. Nos ha marcado bastante, no nos esperábamos que en una ciudad tan importante tuvieran esa pobreza. Pero debe ser algo normal aquí, porque en uno de los murales incluso han añadido al típico sin techo con su carro lleno de bolsas de basura. Aunque todo no han sido tristezas, en esta ciudad son muy aficionados al ciclismo. Hemos visto un montón de personas con sus bicis de corredor, bien abrigados por el frío que hacia, pero con ánimo de sudar un rato.
De nuevo en ruta, esta vez si que hemos seguido la carretera dirección Las Lunas. Por el camino, en Peralta, nos hemos encontrado la iglesia de Guadalupe, que ha llamado nuestra atención por su arquitectura, la predominante en la zona. Lo curioso de este estado es que han sabido mantener sus raíces, y eso es lo que Nuevo México sea distinto del resto de estados.
Al llegar a Las Lunas, hemos continuado la ruta por una impresionante carretera durante al menos 40 kilómetros. El paisaje vuelve a cambiar de nuevo, ya lo hemos notado al salir de Santa Fe. Se ven cada vez más montañas, y esto empieza a parecerse cada vez más a los paisajes de las películas del oeste. Además de las montañas, también se empiezan a ver pequeños cañones, bruscos cortes en la tierra, que hacen que nos maravillemos. Y ha sido todo así hasta el pueblo de Correo, la única localidad que nos hemos encontrado. Se me ha olvidado comentar que estábamos atravesando una reserva india.
Tras incorporarnos a la autovia 40 en Correo, hemos continuado viendo pueblos y reservas indias una tras otra. Nuestra idea era detenernos en el pueblo Acoma, que mantiene parte de la arquitectura india. Nada más salir de la autovia, te encuentras de frente con un megaedificio en medio de la nada. Se trata del casino, hotel y museo de Skycity. De algo tienen que vivir, por algo les dieron los permisos para abrir los casinos. Son pueblos muy pobres, no hay más que cruzar uno de ellos. Nosotros lo hemos hecho en busca de unas casas típicas indias, que por cierto no hemos encontrado. Lo único que tienen bien señalizado es el casino, del resto, nada. Supongo que tampoco les apetecerá que se metan en su casa. En la guía hemos podido leer que hay que tener cuidado al hacerles fotos, que hay que respetarles en todo momento. Si esta escrito, será porque no les hará mucha gracia. Lo más curioso ha sido que los únicos indios que hemos visto han sido los que atendían en la estadio de servicio.
Después de comer un bocata y llenar el depósito, hemos reemprendido el viaje con un tiempo estupendo. Un poco de viento, pero con un sol de justicia. Hasta qué nos hemos cuenta de que a lo lejos había una nube gigante con muy mala pinta, y nos acercábamos a ellas. La nube no estaba en el cielo, sino que llegaba hasta el suelo. Así qué de repente, nos hemos adentrado en una espesa niebla, hemos pasado del sol a la oscuridad, y lo mejores que dentro de la nube estaba nevando. Alucinante. Para no creerlo. Hemos estado un buen rato, al menos una hora, bajo la nieve. En algún momento se ha abierto la nube y hemos vuelto al sol, pero ha sido muy breve, ya que en unos pocos minutos estábamos de nuevo rodeados de copos blancos. Al principio no cuajaba nada, pero a medida que avanzábamos, los montes estaban cada vez más blancos. Menos mal que hemos llegado a Gallup, donde tenemos el hotel, porque el asunto tiene cada vez peor pinta. Encima el viento es muy fuerte, y al bajar del coche parecía que estábamos en medio de una tormenta polar.