Islandia. Día 2. Laugarvatn – Skogar

Segundo día en Islandia. Con la perspectiva de todo viaje en la retina, puedo decir que fue uno de los más completos, por todo que lo pudimos ver. Amanecio sin lluvia, pero con un frío y viento heladores. Dejamos Laugarvatn, tras un gran desayuno en el hostel, para dirigirnos al primer punto del día: Geysir.

La verdad es que en Islandia muchas veces se tiene la sensación de estar caminando sobre la lava, y es por sitios como estos, en los que se filtra el agua hirviendo de la tierra con tanta fuerza. En esta zona de aguas termales, nos impresiono sobre todo por el geiser conocido como Strokkur. ¡Eso es escupir agua! Se trata de un geiser que se activa cada 5-10 minutos y lanza un potente chorro de agua que llega a los 20 metros de altura. Y ahí estabamos todos los turistas, cámara en mano, quietos y casi congelados, esperando para verlo en acción, hasta que ocurrió. Podéis verlo en el siguiente video:

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Y tras este espectáculo, volvimos a la carretera, nos aguardaba una de las cascadas más espectaculares de Islandia: Gulfoss. Para imaginarse la cantidad de agua y la fuerza con la que cae, basta decir que nos fuimos mojando desde que aparcamos (el aparcamiento estaba a unos 400 metros), y no por la lluvia, sino por la nube de agua que surgía de la cascada. Tuve que sacar el buff para ir secando continuamente la viodecámara. Pero merece la pena mojarse un poco. Te puedes acercar a un metro de distancia, y observar la doble caída en primera fila.

Gullfoss

Tocaba carretera de nuevo. Siguiendo las indicaciones de la ruta propuesta por la asociación de hostels de Islandia, por el camino nos teníamos de detener en un lugar llamado Skálholt, una especie de granja, además de centro religioso y educacional. Lo más destacado era la historia del lugar, que durante siglos fue un importante centro cultural y político. Sobre el papel, no era un sitio ni turístico ni masificado, pero nos sucedieron un par de anécdotas bastante curiosas. Las dos, cuando visitamos su catedral.

Nada más entrar por la puerta, nos dimos cuenta de cuan diferente es este país. En la entrada vendían postales y recuerdos, y no había nadie atendiendo. Solamente un cartel que decía: Si coges algo, deja el dinero encima de la mesa. No hace falta comentar nada, se lo que estáis pensando. Unos turistas alemanes que justo salian nos recomendaron visitar la cripta, ya que había una exposición. Y tras dejar el dinero de la entrada en una hucha, bajamos unas escaleras y nos plantamos en las entrañas de la catedral. Alucinante, un país en el que confían en las personas, sin picaresca.

Y en el subsuelo nos pasó la segunda anécdota. Visitando la exposición de lápidas antiguas, vimos que había un pasadizo que salía al exterior, sin tener que volver a subir a la catedral. Me imagino que sería una antigua vía de escape. Abrimos la puerta y vimos un tunel de piedra mal iluminado. Al fondo, la puerta de salida. Nada más adentrarnos, se cerró la puerta, y entonces descubrimos que solo podía abrirse desde el exterior. Entonces es cuando piensas, joder, ya se puede abrir la otra puerta. Y ya alucinas cuando empujas la puerta de salida y no se abre. Jeje. Con la poca luz que había no había visto la manilla y su mecanismo. A la segunda la abrí sin problemas, pero Esti ya se había puesto un poco nerviosa. La verdad es que si no llega a abrirse, nos hubieramos estado un buen rato ahí dentro, hasta que otros turistas volvieran a entrar, ya que obviamente no había ni una raya de cobertura. La típica anécdota de la que te ríes, pero una vez descubres que no ha pasado nada, por suerte.

Unos horas después, y tras parar a comer en Hella, descubrimos una cascada junto a la carretera, Seljalandsfoss, de la que no teníamos constancia, al no haber visto nada ni en libros ni en webs. No era la más alta, ni la que más agua movía, pero era seguramente la más especial: había un sendero por el que te adentrabas en el interior de la cascada, incluso podías bajar y tocar el agua. El camino rodeaba la caída de agua y volvías al mismo punto. Lo mas importante: llevar un buen chubasquero, porque sino te podías calar hasta los huesos.

Vista desde fuera
Vista desde dentro

Y si no habíamos tenido suficiente con Gulfoss y Seljalandsfoss, todavía nos quedaba una tercera cascada por visitar: Skogarfoss. Ya os habréis dado cuenta de que todos los nombres de las cascadas terminan con la palabra en foss, ¿por que será?

Esti con Skogarfoss de fondo

Skogar era la última parada del día, ya que el hostel estaba practicamente al lado de la cascada, la podíamos ver con solo asomarnos por la ventana. Con 60 metros de caída, impresionaba aún más a medida que te acercabas. En la parte derecha, había una empinada escalera que subía casí en vertical, y que te dejaba muy cerca del río. Vaya vistas, ¡y que altura! Desde abajo parecía alta, pero desde arriba, una pasada. A unos pocos metros de la cascada había un lugar de acampada y un par de tiendas instaladas, la verdad es que había que tener valor para atreverse a dormir en una tienda con el tiempo que había. En ese momento estaba lloviendo, haciendo bastante viento, y del frío, no voy a repetir lo mismo, no hace falta más que ver como va vestida Esti en la foto.

Para terminar el día, nos hicimos una sopa de sobre para entrar en calor y unas verduras congeladas salteadas. Más sano imposible.